lunes, 29 de diciembre de 2014


La manera de olvidar lo opuesto a lo opuesto de la incertidumbre
Del pelo agitado y la forma yuxtapuesta de dos vasos;
Aunque el pelo piense en llorar
Y la angustia salga de otros dos vasos rotos de hambre.
Demasiados anónimos laten el frío
Abajo, abajo, abajo, en las sombras
Y en ciertas casas crecía la hierba
Como imagen deshecha por el campo
En la res olvidada de lo no escrito,
De atardeceres con tacto blando
Y lluvias con sabor a manzana.
Un monzón palpitando entre mis oídos
Cayendo de mi propia voz al nombre
Para salir y despedirme hacia solo la imagen;
El último reflejo latente de una primera palabra,
Como: ¿Y si te siguiese en febrero, mirándote de frío, creando recuerdos?

miércoles, 24 de diciembre de 2014

El derroche de reloj y máquina de coser adheridos a un corto trance perturbado por el brillo tenue de los siete royos de papel higiénico que ocupan mi corazón cuando trabajo, escucho los muchos o enmudezco en cualquier parte sin ser todas las partes.
Lo peor es que mi boca sabe a alcohol de quemar y el sabor de la saliva no se orienta en la dirección de unos párpados anónimos, en la dirección de oriente y carretera o cúmulos de galaxias, de estrellas en el otro país que han visto tus ojos cuando desde el espejo me mirabas y te quitabas el maquillaje.
El alquitrán y la nube desesperan, despegan el pegamento a la tierra, el humilde resguardo de mi angustia mimada de pájaros volando en la tarde de un agosto, primavera, verano, otoño e invierno, lo que sea.
Y quemo los dedos, las manos, los pies, la boca. Porque sí. Los quema alguien. Pero yo. Pero alguien. Pero yo. Les dejo abrir latas de conservas y partir piñas. Que no. Que sí. Nada se quema. Que no. Todo es materia.
No entiendo la sombra de una mesa reflejada en el cuarto azulejo  en la línea del hormigón flaco, la famélica costumbre de la madera y el silencio intranquilo de las mañanas.
El absurdo parche del ojo derecho de un hombre que sabe, de esos que saben mucho, de esos que saben todo. No entiendo su lenguaje de plástico, los colegios de PVC o el cuadrado eterno en el pupitre utilísimo como la utilidad de los hechos y la mendicidad y la disciplina férrea del inculcador. Las ciencias mecánicas y el por qué sí del porque sí del por los siglos de los siglos de lo de siempre, lo de hace doscientos años.  Porque yo lo digo, porque mi mediocridad así lo quiere. Porque tengo opiniones para toooooooooooooooooooooooooooddddddddddddddddddddddddddddddoooooooooooooooooo.
Y entero citan del tirón la cien veces la ciencia de la bufanda y tanga del revés, del maestro mecánico (que no mecánica de coches o de aviones), mecánica como forma de vida, como putas máquinas arrojando al embalse del Ebro unas cursis cartas de amor adolescente creyéndose Don Quijote enamorado de Santa Panza.
 Queriendo, quiero, ¡quería! ver lunas donde brotaban flores de cardo en el estiércol de cola y pasta de papel y me junté con la gente que sonreía, los que se previenen de la gente “tóxica” por supuesto en la contrarreforma eclesiástica divina del orden Santuario de no creer en nada.
Y así pasaron los años. Navegando, sin navegar. Quieto y “a la deriva” como la letra de una canción de rock Kalimochero.
 Siendo Cenicienta según el test de Facebook de las princesas Disney, mirando tras la ventana la forma de un águila, bella en el aire, observando, acechando y lanzándose contra el ratón. O la multitud de gaviotas reflejadas en el agua, brillando el sol en la bahía, sintiendo las olas estrellarse contra el dique, el olor salino, el mar, y viéndolas comer peces y destripar palomas.

martes, 16 de diciembre de 2014

Los pies
Las ramas de la palmera goteaban
Nubes de cualquier cumbre.
Pudieron venir del Tibet, del Fuji
O del Kilimanjaro.
La lluvia es lo más lejano que tocas
Cuando tus pies se entierran
Y les da por no moverse, dicen ¡No!
Amables con la gente,
Los pies salpican agua.
Los ojos ven pájaros venideros
Del cielo azul de fondo,
Los ven llegar y negros como la sal
Quemada en el horizonte, la muerte
Lenta de los dos pies,
La luna negra chillando palomas.
Tan angustioso como verse atado
A los pies y que alrededor el tiempo
Camine. No caen gotas de tiempo
De las hojas de un arbusto y ya los pies
Lo entienden y por eso quieren correr.
Pero Boca ahora les dice: esperad
A que Manos terminen
Lo que estaban haciendo.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

La planta está sin regar
Y se miente a sí misma 
Dice que está regada. 
Mercurio señala los ocho grados.
Mismos grados del año, 
Que hace diez, cuarenta. Siempre los ocho.
La voz padece insomnio
Cabalga, y el verbo se deshace en aguas
Aguas troceadas que riegan las hojas,
Ventana congelada,
Los tenedores fríos,
La señora fragancia.
Solo permanece el fluir del idioma
Inundando desnudas,
Los troncos, las mil hojas
Que se hinchan en macetas,
El cielo helado y blanco.
Un ojo enorme o cien.
Te veo en mar, tú eres mar, el mar lejano.
Mar infinito y te miré a lo lejos,
Cerca del hemisferio.
Perdía voz y el nombre,
Los veía rotos entre las olas,
Alejarse, alejándose, alejarse,
Hasta el lejano lugar
Del lejos horizonte.

martes, 9 de diciembre de 2014

El océano en torre
Rompe el cielo de griseadas nubes.
Precipicio en acorde,
A la muerte lenta del humano alba.

Vino el frío invierno
Descendió a la ciudad lluviosa en el mar.
Nieve mala en el precio
Que trajo el hielo en el hielo de escarcha.

Salió a la calle, señor.
La eme blanca en el punto ya palpita
Corazón frío y seco,
Empuñando un alfiler que suscita

El soplo del silencio,
La ruptura hueca donde me guardaba
Los cantantes jilgueros.

La Hortensia floreció guardada en mí
En mi inmortal constante
De ramas desnudas y viento helado,
Tristes pájaros de aire.

viernes, 5 de diciembre de 2014

I
La lámpara en la pared desquicia
Los arbustos, los hierbajos
Crecidos en tres años;
Enemistando
Al tiempo,
La piedra a piedra en el cartel
De edificio en ruinas
O el edificio
Construido
En
La ánima servidumbre de su altura.
II
Nos callará lo impalpable
De los puertos.
Las gaviotas blancas,
El humo del mar.
La lluvia es verde como el silencio.
Lluvia y lluvia rompen
El alto voltaje de quien observa.
III
Me miro en los pasillos,
Ser fragua en la pared húmeda,
En los azulejos marrones.
Los cubiertos son complejos.
Más complejos que las formas circulares de los platos.
La construcción sonora del artesano
Haciendo con sus manos el brillo musical de los metales.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Los enjambres serán octavianos del cielo nocturno,
De la contaminación lumínica en su reproche.
Silenciará el cristal cortado del cristalero.
La enhiesta luz infundirá los pérdidos agujeros de la nada.
Un hueco enorme como la voz de un Dios ateo
En embajada indirecta hacia los mares.

Las aves vuelan sobre un cielo rojizo,
Pasean por encima de las nubes,
Atravesada lluvia entre las ramas,
Abajo, en los charcos, en las hojas caídas,
En la tierra, en la propia agua del agua,
El quebranto latir de la sangre
Por los espacios urbanos, las patas del halcón rozando
La triste ciudad.

Me encontraba dolido de belleza en este instante.