martes, 28 de junio de 2016

No nos hemos oído tan despacio entre nosotros.
La voz del plátano suspendido en la plaza es el lugar que espero
y a partir de aquí
una despedida.

Mañana será domingo en cada pendiente...

Nos habita una especie cercenada de pretéritos…
tanta ventana abierta por la mañana
recién llegado y con los ojos aún perfectos, sin sombra…
No. 
Solo visitaba tu piel 
como hojas de roble cubriendo el cuerpo….

Había tanta calma dentro del silencio….

Nos hemos olvidado
dentro, muy dentro;
en el cristal roto de una flor desnuda
donde las manos sangran
en tan profunda superficie…

Qué poco nos bastaba
para compensar la frágil línea 
de aquel tiempo.

Qué altura no nos deleita ahora
buscando 
buscándonos
en la muchedumbre del desencuentro.


Verte en la ausencia filtrado de hogueras.

La necesidad suprema de pensar

antes de estrecharnos la piel nuestra

sobre copos de nieve.

jueves, 16 de junio de 2016


Estoy en el territorio amplio donde no existimos.
Brotan vástagos incorregibles de la llanura del olmo,
los pies mordidos por su silencio.
Sus criaturas en sombra cantan sin nombre de ave escrita,
sin dedo que señale la vastedad en los ojos.
Ángeles que truenan la tierra
y caminos y cielos y rayos,

comienza la lluvia.

Alguien parpadea por primera vez,
mientras gotas enormes resbalan a través de su cara,
cae el agua como la levedad de un absoluto,
por primera vez se reconoce la piel ajena,
una forma difuminada por el tacto del agua
la lógica de los párpados o la extrañeza de evadirnos entre dos cruces
deseando la mano de Dios,
las respuestas inválidas de la coherencia.
Ahora que el amor es solo la pista de un rostro recién escrito,
¿Qué hará la cara con su enorme imagen de lluvia?
¿Verá en el reflejo el primer reconocimiento de saberse?
¿La primera necesidad de emitir un nombre?
¿Pintará sobre la tierra el color del cielo?
¿Olerá?  ¿Escuchará la lluvia con el sabor del idioma?

Nace de la terrible necesidad del origen
un juego de fichas como piedras, en el límite de saberse reflejados
sobre la servil laguna de lluvias torrenciales,
de mares, de océanos.

De la línea del horizonte nace
la lentitud del firmamento, la primera arista de una casa,
el material con que dibujar las letras de la palabra.
Del nombre nacerá la norma
y sobre las piedras se inventará la regla,
se dispondrán montículos como templos de muerte
se condecoraran los ancestros, los orígenes del olmo,
la primera inexistencia.
Del nombre nacerá el sentido de verse dominado por la mano errante
que disponga la ley, las piedras con sentido
o el agua borrando las trayectorias en la virtud del comienzo.

Del nombre y de las leyes se dispondrán montículos
e indicadores de caminos, como lugares
que en mitad de una avenida, en cualquier gasolinera deshabitada
 en una librería o en un  café,
en los espejos, en los viejos bloques con piscina,
en la anciana que derrama lágrimas por las noches,
en los pasillos del colegio, en una cancha, en un tatami de Karate,
en la primera dársena de una estación de autobuses,
en un patio deshabitado, en las noches de San Juan,
en la voz de un niño,
en las flores enterradas de un animal salvaje,
aparecerán como señales que disponemos en nuestra partida.

Veo la inexistencia
ahora que las bestias ladran en silencio.
De la evasión y el grito,
en la llanura del olmo,
nuestras pieles siempre carecieron de origen.













martes, 14 de junio de 2016

Ante todo poeta.
Añoramos la vida errante,
La repentina noche de los locos
Viviendo en la intemperie de la memoria.
El tráfico nos deleita observando
La voz guardada del ave caída,
Y los dedos de la mano que aún nos quedan.
Tu voz está bebiéndome en mares de perfil,
Mares en los que siento,
Mares en los que puedo sumergirme en los nudos de la palabra.
Puedo alimentarme de la rabia,
Del odio y del llanto,
Del gemido de placer en los cristales.
Los abismos que te lloran.
Tu boca.
Me refiero a la poesía
Me refiero a los pétalos de muerte que sobrevuelan palacios de lluvia en un bosque.
Me refiero a la maldad.
Patios deshabitados
como un fin del mundo.
Me deshago en ella,
en todas las mujeres que la habitan
Y la pienso y la escribo.
Ante todo, poeta.

martes, 7 de junio de 2016

Te he retratado
en un alcance de vasija de barro,
dentro del dibujo en sus grietas.
Te he retratado
a través del cielo o la palabra,
a través del Madrid marcado en un libro
que ensambla tu temible latido
con un aspersor ciego,
 la realidad con la superficie de un abismo,
la pintura de todas tus manos
y la piel que se desgarra.

Se puede volver espesa la boca,
cómo explicarlo…
te he acariciado la cara
sin haberte visto,
he repasado todos tus labios,
te he leído entera,
tus surcos, tus desvelos,
yo también he visto el alba, tu alba
y he dormido muy cerca de todos tus dolores
y también, sí, de todos tus bailes,
he dormido y he abrazado tu flor y tu nube negra,
tu juventud y tu  aprendizaje,
y te escribo
como si escribir fuese un acto
y no una simple forma donde decir
que ya te había vivido.

sábado, 4 de junio de 2016

Al atardecer miro por debajo
caer desde las ruedas
colores, un cuello, una palabra,
un azul que llevamos puesto
y que sabe a mar y a tristeza.
¿Quién paseará su abrigo de ceniza blanca
el día de su boda?
Siento la pureza del ébano y los caballos.
Golpean fuertemente caminos de lluvia,
fuertemente
sin tregua.
Mi luz se difumina en sus límites.

Tránsito

Nacieron bailando, rompiendo tejados,
deslumbrando sus figuras en el trayecto.
Algunos fueron peregrinos y otros
se despedían
sin resultados,
sin leyes,
sin cuerpo.

En la capital del invierno
todo está en constante tránsito...
se transforman los hemisferios
los lugares,
la agenda de teléfono móvil se actualiza cada cinco minutos.


Y un saxo tenor y un piano y una trompeta
sonaban en el bar de la estación.
Trenes interminables que abarcan
ojos de palomas, ojos de madrugadas en sus picos,
trenes sin miedo,
trenes soldados a la noche perfecta.

Volaban.

(¿Quien sino la lluvia podrá manchar la memoria
de esta luz de fondo de túnel?)

He hablado contigo en voz alta mientras dormía y afuera siguen golpeando y golpeando la persiana,
sigue lloviendo
en los cristales de un Peugeot.
Se levanta el calor de la tierra y el calor insoportable de los Monzones en las afueras de la ciudad.

Las notas nacieron del hombre;
al tercer año,
las notas nacieron
y se reconocieron en la música nada más verse.

El sonido de un piano llega a nosotros,
baja en ascensor desde el quinto.
Se sienta, cruza sus rodillas
y comienza a hablarnos
de un barniz de barco recién pintado,
de un color azul cerca del mar….

El sonido de la tierra,
los silencios comunicativos,
la luz de una vela…