sábado, 4 de junio de 2016

Al atardecer miro por debajo
caer desde las ruedas
colores, un cuello, una palabra,
un azul que llevamos puesto
y que sabe a mar y a tristeza.
¿Quién paseará su abrigo de ceniza blanca
el día de su boda?
Siento la pureza del ébano y los caballos.
Golpean fuertemente caminos de lluvia,
fuertemente
sin tregua.
Mi luz se difumina en sus límites.

Tránsito

Nacieron bailando, rompiendo tejados,
deslumbrando sus figuras en el trayecto.
Algunos fueron peregrinos y otros
se despedían
sin resultados,
sin leyes,
sin cuerpo.

En la capital del invierno
todo está en constante tránsito...
se transforman los hemisferios
los lugares,
la agenda de teléfono móvil se actualiza cada cinco minutos.


Y un saxo tenor y un piano y una trompeta
sonaban en el bar de la estación.
Trenes interminables que abarcan
ojos de palomas, ojos de madrugadas en sus picos,
trenes sin miedo,
trenes soldados a la noche perfecta.

Volaban.

(¿Quien sino la lluvia podrá manchar la memoria
de esta luz de fondo de túnel?)

He hablado contigo en voz alta mientras dormía y afuera siguen golpeando y golpeando la persiana,
sigue lloviendo
en los cristales de un Peugeot.
Se levanta el calor de la tierra y el calor insoportable de los Monzones en las afueras de la ciudad.

Las notas nacieron del hombre;
al tercer año,
las notas nacieron
y se reconocieron en la música nada más verse.

El sonido de un piano llega a nosotros,
baja en ascensor desde el quinto.
Se sienta, cruza sus rodillas
y comienza a hablarnos
de un barniz de barco recién pintado,
de un color azul cerca del mar….

El sonido de la tierra,
los silencios comunicativos,
la luz de una vela…