domingo, 5 de abril de 2015

Se podría acceder al templo
A las doce horas después de humano,
Humano verbo y punto escrito
Del tronco indefinido.
El clock de las ventanas,
Segundero pasando en la hierba
Cuando callas y contemplas
El silencio adentrarse en tus manos,
Y duele una gota en el fogón
Evaporándose y blanquecina,
Hervirse sobre superficie blanca
Agujereada hasta lo infame
Y un hueco abierto desde aquí hasta casa
La casa donde el abierto ciego
Resucitó vaciándose los cuerpos
Deshaciendo la existencia
Hasta un grito palpitar del frío.



Los coches y la cafetería pegada al mar tienen algo de ternura
Los pasillos de limpieza y las baldas de las limpiadoras recogiendo,
El correo y la comida, filetes extraños y verduras
Y última hora mientras el camarero con el cubo de la fregona silba. 
Un camino de montaña y corta fuegos
Llueve ceniza y llueve, quema, en los mordiscos
En los golpes, en las alas
Quema el fuego, la sombra fresca de un día de calor
Queman el ruido del mar y las antenas en los edificios,
Las reservas, los ríos, las piedras, los columpios
Y el grano a grano de arena se arremolina en una botella de agua,
Agitada, abajo en el fondo.
Y los aviones y los ascensores y las calles áureas
Hasta el último aliento de los amores en los parques
De comentarios entre terceros y sombras hasta el amor.
Las batidoras frescas haciendo batidos de frutas,
El piano al amanecer y los hospitales,
Las salas tristes de urgencias y otro día y toc toc ¿Se puede?
Silencios, habitaciones cargadas, desde la ventana luces en la ciudad
Una montaña a sí misma y sigue creciendo,
Las cámaras de fotos y el hombre y la naturaleza
Y efímeras hojas retorciéndose en el aire.