miércoles, 17 de junio de 2015

Tengo a veces un permiso fatuo
En la nube del desánimo,
Y los lunes y los martes y los miércoles ordenando
¡Lo primero la vida!
Tengo a veces, que se yo,
Un suspiro sin técnica,
Una ceguera contemplativa
que alimenta pajarillos en la negrura  de mis dos ojos.
Tengo a veces una caverna Platónica
Una luz cegadora,
Egoísta, injusta, con lo que ocurre afuera,
Tengo a veces un deseo repentino de amor
Y contemplo mi casa como quien contempla el frío
Adueñarse de los muebles y la madera.
Tengo a veces un deseo innato
De que se vaya la luz y recogerme en el lecho,
Y una esperanza amarga
Cuando el camino se cierra,
Cuando la llama se apaga,
Y sin embargo cuantos doses, cuantos números en línea recta,
En las líneas de la espada
En el filo negro,
Para ir y caminar de paso en paso empuñando un arma,
Hacia la batalla injusta del absurdo.
(Perdonen  la tristeza)
Será otra nube, otro animal, otro bosque,
El que libere la música atrapada en el ruido
Y verlo todo desde fuera, como en una pantalla,
Una tierra sin fondo
Donde todo lo que ha existido
Da círculos eternos en el vacío,
Y despertar de un duro letargo y un sueño
Y ver a un Dios convencido,
En una mesa siendo diseccionado por los hombres que lo crearon,
Y ver las rosas y las flores
Hundidas en el fango negro,
Y los caballos aturdidos cabalgando en la noche
Buscando el alba y la colina
Y encontrando solo humo, niebla y ceniza.