viernes, 25 de diciembre de 2015

Solía asomarse un día de invierno
por una ventana de madera. 
Veía la nieve en el pueblo
que se acumulaba sobre la cubierta del Patrol 
y la carretera que llevaba 
a la montaña y al cementerio.
Hace tiempo que en la vieja casa de sus padres
solo se escucha el espacio vacío
de unos objetos desnudos,
un candelabro, una foto y una lámpara.
Acaricia un viejo pastor alemán
al que le cuesta caminar por una enfermedad en las caderas.
Huele a leña en el patio
y el mismo muro blanco que se extiende a través del cielo
es el ojo que cubre el tacto inútil de las pieles frías,
las almas anónimas del crepúsculo.
Alguien hará fuego.
Una chica recoge la ropa cubierta con una lona de plástico.
Solía asomarse el día de navidad
y ella sabe lo que todos saben,
quien es el que fuma apoyado en el alfeizar,
mirando el pueblo,
ese hombre amable que tenía un estudio en el garaje,
sabe lo que todos saben.
Vive en una casa demasiado vacía,
pero no hablan, el saludo es cordial.
Solo a medianoche se escuchan gemidos de un instrumento extraño,
algo excéntrico, solía experimentar con los sonidos
del bosque y de la lluvia.
Es invierno, navidad, día 25
y permanece sentado, en silencio
con la mano acariciando la cabeza de un perro anciano.
Hace la cuenta de las estaciones
y cierra la ventana porque
comienza a caer la noche.

domingo, 20 de diciembre de 2015

En la forma interna
círculos de agua en lo sublime.
El punto se mantiene cuando….
El punto se mantiene entre las raíces
del idioma.
Acaricias la superficie.
El llanto y la lluvia,
cristales fríos de ventana,
alegría.
Un acuario en la noche reposa,
se desvanecen las manos,
los brazos son polvo,
el estomago es agua,
el pensamiento es hoja perenne.
Yo me fundo con la bahía.
Respiro,
respiro
Se desliza el sol,
su enorme abismo en el interior de nuestros padres.
Se desliza el sol sobre el agua.
Respiro.
el reposo y el alba,
la última línea de la noche,
el movimiento.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Es un invierno incontrolable,
la noche brota contigo.
Las chimeneas calientan el cielo
y yo no soy nadie.
Busco, 
busco,
pero he perdido el lugar sin nombre.
Miro un ángel resplandecer
sobre la cornisa de la lágrima,
de la lluvia y el polvo,
del fuego y el aire.
Te he visto cruzar por mi autopista invernal
a través del ojo derecho;
las líneas que se dibujan en la vejez del ángel
son los agujeros por los que transitamos de noche,
son el rostro que da sentido a las cosas,
pero el ángel es mayor
y se ha vuelto un invierno incontrolable
que momifica la tristeza.
Por eso tú, has cruzado mi autopista invernal,
como siempre que alguien cruza y deja huella en la nieve.
El cielo está claro y frío.
La noche huele a leña.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Solicito un vaso de agua hervida.
Quiero preparar un pozo blanco
que me distraiga y me ame,
una cuchilla y una gota de sangre
en un vaso de agua hirviendo
sobre el que hundir la manzanilla.
Me he quemado la lengua
y he soportado el filo sobre la piel,
y sobre la piel tus manos
y sobre tus manos mi sangre.
Después me he adentrado con espasmos,
en el interior de una cuerda,
la cuerda que atraca el sobre de manzanilla
y reparte hojas en el interior del pecho,
la que cambia el volumen del agua en la madera.
He cogido un teléfono y he llamado
a ningún sitio,
después me he ido a la bahía con la cuerda,
la cuchilla, el vaso blanco,
la silla que encontré en la basura,
el payaso que pedía en la calle,
la flor que perdía sus hojas
para aliviar el estómago del enamorado
y el mal color del suicida,
y he relacionado los pétalos con la sangre
el pacto de amistad con cada flor que cae.
Marchita la hoja,
alivia dolores.
Las monjas las repartían a niños caraduras
que fingían dolor de estómago.
He contemplado el vaso de agua hirviendo
y el camarero mascar chicle.
Con el brazo sobre la barra
imagino lo absurdo que sería mi suicidio