viernes, 29 de enero de 2016

Empatía.
Las aulas durante el verano
quedaban desiertas,
vacías,
solo se oía el murmullo grave
a través de los meses.
Sí, es una visón subterránea,
un espejismo salvaje.
La epifanía que surge
desde el interior del olvido.
Nos remitimos a la alucinación,
a aquello impronunciable;
lo que surge por ejemplo
cuando una mujer de correos
habla del ambiente cargado
o un adolescente ha sido tocado
por el aire extraño de la noche de San Juan.
Ves al hombre,
no mucho mayor que tú
desde una exposición de fotos
señalar en el mismo colegio
lo viejo conocido.
Sientes en su mano, lo que nunca has vivido,
el último verano de las aulas,
los divorcios, los primeros amores,
y sin embargo allí permanece
la misma cancha
pero cincuenta años lejos,
el instante que perdura a través de los meses
como el infatigable murmullo audible
de los días venideros.
Definitivamente aquel hombre
no dista mucho de cualquier hombre,
sentirá el invierno comunicarse con él,
sentirá respirar a las ventanas
y olerá el calor cuando en una oficina
la calefacción se hunda en su rostro.
La máscara torcida con esqueleto
ya le ha visto bailando
entre las columnas de la medianoche.
Lo verás tambalearse
como a un desconocido cualquiera
que por un instante ha sido arrojado
sobre las aulas comunes
y sentirás ya como el viento imparable
que deshace las huellas pisadas
pronto le hará testigo fugaz
de lo prescindible.

martes, 26 de enero de 2016

El mundo.

La lluvia golpea todo;
golpea en el agua
formando multitud de ondas
a lo largo del lago,
golpea en la chapa metálica
que reposa sobre la arena.

Veo una niña bailar
corriendo
junto a su perro blanco.

La lluvia empapa la arena,
y pienso
que quizás haya perdido
la ternura hoy;
sin embargo,
los días del océano
se presentan como isla desconocida.
Como viaje en barco.

La lluvia riega las plantas de la terraza
y veo mi mente entre las hojas
regar su brote de vida.

Aún soy joven
solía decir mi padre.

¿Quién fui antes?
Un árbol que nos regala
serenidad,
un manantial de arena,
una cicatriz en el suelo;
el día vertido sobre
una hélice de avión.
Algo que parece mirar
como testigo invisible
una barca varada en la playa.

Sientes las yemas de los dedos casi tocar la luz,
los puertos fundirse con la claridad.

La ballena respira
desde el interior del mundo
y arriba las gotas caen,
entre la luz y el agua.

Como una Diosa se ha posado
la última llama del sol.
La vieja barca del horizonte
impenetrable en la arena.
¿La ves allí a lo lejos?
Dice el señor que se sienta a mi lado.
Eso es,
el último refugio de quien ve

por última vez su tierra. 

lunes, 11 de enero de 2016

La sombra posible de la cosa
no engaña.
Son mis manos en el interior de un tanque de agua.
Un pájaro de frío, latiendo,
su pico  hecho presa de la calle.
Le aprieto despacio y horrible
quebrando los huesos bajo el martillo de mis manos.
Ahogo el pájaro y lo dejo dormir sobre mi angustia.
El polvo triste de la tormenta
¿nos mira
              Y nos olvida?
semejante al portador vacío de la llama.
Pero, ¿es poema
                       O es asesinato?
La  luna blanca que allí nos destella
es el convertido en pájaro de arena
que entona 
desde el interior de nuestras manos. 

sábado, 9 de enero de 2016

La ballena respira entre dos mundos.

La concha absorbe la lágrima
que el salitre ha dejado
en su orilla.
Mujer que mira las olas
tiene un tejido. Atraviesa
las luces del corazón.

¿nos ilumina un sueño sacado de otro sueño?
Puesto en la boca de una playa a la que vemos dormir.

Aparecen la marea
 y el alma azul del hombre,
entre sus pasos en ciego
en la musicalidad
breve de las rocas.
Los cangrejos desnudos
hacen brillar la defensa
de un barco hundido en la arena.
Mueren de infartos
caen
bajo el sol plomizo del invierno.

Las nubes son países de la tarde;
la playa es un templo verde
que no entiende de la levedad del hueso,
se aferra al infinito
a la línea recta entre el mar y el cielo.

Siempre la efímera voz de la mujer
pregunta sobre la superficie del agua
pregunta ¿Por qué
la ballena respira entre dos mundos?
Ve sus manos, toca su pelo.
Ve los dos mundos en el hemisferio de la palabra.


jueves, 7 de enero de 2016

Agujerea la noche otra vez
como campana sorda sobre el caballo
de la montaña.
Una luz entre las luces, 
opaca y silenciosa, a la vez invisible
derrotada y esperanzada
en la calle desierta que mira el mar,
se detiene ante tanto fuego,
tanta tormenta en el interior oscuro
que bordea el horizonte.
Barco con animales dolientes
sumido bajo las olas, sumido,
cuanta música
has atraído en la luna tus oídos,
dime cuanta música de animales rotos
de ojos invisibles y luces ciegas
sobre pantallas y color de sed única.
Ser que surge sobre la sombra inmensa
a través de las aguas camina.
Romántico heredero de la noche
voltea las alas el cristal lúcido,
desde lo alto del castillo emerge
por fin un rayo de luz verde del horizonte surge.
Amanece sobre la costa
en la profunda mirada del acantilado.
Nos ponen ojos los restos de la piedra
que solo un fantasma arrastra en las profundidades,
solo uno,
un único aliado del hombre en su castillo.
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