lunes, 6 de julio de 2015

Limitas el latido de lo ausente, 
el mar construido en un muro rojo,
roído por la distancia
y que tu perfume de oro,
y tu desliz de nube,
cubre mis clavículas
y mis huesos sobretejidos con tu araña
y tu insecto que nos condenó por una torre de babel en miniatura
ahora rompe y hace que nos imaginamos telepatía,
mientras contigo los pájaros cantan
y los geranios oyen los pétalos que vas dejando en cada paso
como una llama de helio azul
o la velocidad en carteles de publicidad,
y yo mientras transpiro de aire una imagen
una representación entre los ojos
de tu vientre oculto y tu sonrisa perfecta
y tus lágrimas geométricas
con proporciones de copos de nieve
que anidan tu voz y tu palabra tierna y dura en el sentido de mujer.