jueves, 4 de diciembre de 2014

Los enjambres serán octavianos del cielo nocturno,
De la contaminación lumínica en su reproche.
Silenciará el cristal cortado del cristalero.
La enhiesta luz infundirá los pérdidos agujeros de la nada.
Un hueco enorme como la voz de un Dios ateo
En embajada indirecta hacia los mares.

Las aves vuelan sobre un cielo rojizo,
Pasean por encima de las nubes,
Atravesada lluvia entre las ramas,
Abajo, en los charcos, en las hojas caídas,
En la tierra, en la propia agua del agua,
El quebranto latir de la sangre
Por los espacios urbanos, las patas del halcón rozando
La triste ciudad.

Me encontraba dolido de belleza en este instante.