lunes, 9 de febrero de 2015

Los ojos centelleantes de la noche
Abrigan el lento latido 
Del ser que habita bajo mi boca.
Pálido en el recuerdo
De un erizo sibilante;
La música de mi otro yo
Que mira triste en el lugar más silencioso y apartado
De las huellas dactilares.
Y no he dormido aún las cenizas tiernas
Que lloran en la fragancia oculta de las flores.
Mientras vuelven a nacer los desnudos pasos
De un olvidado rey que a media noche
Llama a las maderas frías de las casas.