martes, 10 de febrero de 2015

Allí, en el saco iluminado por el sol dentro del granero bajo el calor del verano que agradaba a las moscas y molestaba a los animales, embriagando el ambiente de serrín y madera, se encontraba erguido y con los pies a un metro del suelo en el pequeño espacio de la sombra, donde un pequeño respiro de frescor aún permanece enfriando los hierros oxidados del viejo arado, el cuerpo de Judas.