sábado, 24 de enero de 2015

Los silencios más largos.

Se deshacían las calles, los muros,
Y el pronombre nosotros. 
Vestían los silencios
De una quintaesencia abotonada
Con el jaguar herido
Y una piedad doliente
En los últimos respiros de la carne,
Y el sanedrín con quien tú me dejaste
Me daba mucho miedo
Miedo a ver atardecer,
Al suicidio de Judas,
A la treinta noche del año cero.
Las palomas volaban,
Palomas frías como la escarcha
En la madrugada del seis de enero;
Huían de mi boca
Dejándome el sabor turbio de besos
Tus besos con tiempo en pretérito
O solo besos como verbos
Que solo fueron besos.
Se rompía lo que habitaba dentro
De los ojos o de la boca o de sed
Colgando bajo los dos hemisferios.
Mirando la mano blanca
Que ha de posarse en todos.
Viendo la noche caer
Sobre la propia noche
Y saber que solo fue tiempo.
Un gerundio fluir en perpetúo
Y la tristeza cobrando su parte.





Nos han robado, decía la espina al erizo. 
Nos han robado un erizo y solo queda la espina. 
No quería volverse rana otra vez después de todo 
Puesto que si en el cuento rompían
¿Volvería a ser rana?
O la eterna hormiga que habita
Le llevaría hasta el reino futuro.
Solo sabes que no va a volver
Pero entre ello el pasado del pasado ¿vuelve?
Espero que no
Y si nunca más puedes visitar ese reino ¿Habrá otros?
La llamada de la naturaleza espera,
El canto del cazador y la luna
Es el signo caído en las hojas
Lo compartiste y ahora el bosque está demasiado solitario
Sin aquella voz que cantaba
Aquella hada
Y no me encuentro
En ese bosque y esa ruta
No encuentro la fecha del renacer de los búhos
Solo un canto lejano al lamento del bosque
Solo un búho que regresó a las ramas
Porque decía que el mar y el suelo no eran tierra de búhos.









Me encontraba al otro lado de las caricias
Al otro lado de los dedos
En el lenguaje de las lágrimas 
Como la forma en el límite de un pájaro 
Al oír la noche cortarse y perder el polvo, 
Su brillo de mariposa negra;
Sintiendo la resaca de lo vivido
Llevarme hasta otra parte,
La parte tuya
De la que ya no dispongo;
La que se arroja al hueco tan triste que tu voz ha dejado.
Como si al escuchar cesar la música
La pena arremetiese al sueño
Y tu voz aún dominase en lo inútil.
Luego despiertas y solo habita soledad en los ojos
Y la corriente invisible de las siluetas en forma pasada.








Hablaba desde la quimera
Enjambre abandonado
Y la nocturnidad de las ciudades
Al verte muy abrigada.
Volver a encontrar en el paseo
Nocturno, tu primer nombre
Y presentarnos y que congeniemos.
Lo peor es no ser objetivo
Y escuchar discos con conversaciones,
Tener vedadas las canciones de Quique,
Verte en el rostro entristecido
De quien llora los tejados y asoma
El uso del diminutivo,
Su cabecita en los escaparates,
La cafetería que tú siempre
Decías de ir, cerca del paraninfo.
Lo peor entre otras más cosas;
Que el asiento del copiloto
Esté demasiado vacío
Y lloren los semáforos
Un ser que hicimos en la playa,
Que era mitad marciano,
Y otra mitad ameba.
Lo peor es olvido,
La triste mirada del frío.
Él no ver un rostro cercano,
Ni encontrarme en ninguna parte.
Que los objetos tal cual son, no lleguen
Directamente a mí, sin verte.





¿Cómo mirarte en los agujeros?
En las escamas de un gusano,
Si te retuerces desde la superficie
Y ya no te veo.
La tierra hoy llora
Y los inciensos humean las calles.
Un hálito de tragedia se contempla en cada respuesta dada.





La hora más alta de la noche estrangula
Cualquier estado de ánimo;
Rompe con un portavoz futuro,
Y busca que el corazón sea algo
Partiendo de la silueta de lo que no sabías,
Un cuerpo que no consigues convertirlo en ajeno
Y ver que todos los edificios construidos
No eran más que nada,
Nada, la palabra más definible
La que no arroja ninguna duda,
Una forma racionalista de auscultar la existencia.
Algo incandescente,
Buscar que se acelere la brevedad de las cosas.
Ver como acortan en un absurdo los astros,
La insignificancia del hombre;
Y preguntarse ¿por qué?
O entregarse a la duda
O a esta muerte de los sentidos.
El odio de que hayan matado hasta la propia pena
Lo mono-temático de los minutos;
El que pase desapercibido el único rayo de sol
Y busque acariciar los rostros,
Recibiendo como única respuesta
El puto sol, !Dame las gafas!
Luego más tarde brota la muerte de las fragancias nocturnas
El que hoy se unirá a otros
Y que tu corazón pregunte y responda
Mejor no mires. Es esta soledad que solo comprenden
Los bosques y las piedras
Porque auto complace pensar que escuchan
O mejor dicho porque simplemente saben callar
Y te enseñan a escuchar.
También está, el pensar solo con el corazón y lo que de él brota
Que se emborracharía por desamor
Y huiría de las formas reales
Entregándose a la totalidad de la locura
A los manicomios crueles como huecos en los dientes
A las sombras, y los maniquíes
Porque tiene miedo, y se esconde lejano
De cualquier recuerdo tuyo,
De cualquier forma humana
Que se entregaría con pasión solo a los objetos
Y caminaría llorando de tormenta en tormenta.
Un corazón que solo quiere romper las calles negras
Y por mucho que trate de levantarse
Acaba tirado en los suelos
Dejándose pisotear, sin tener valor para gritar
Cuidado no me pises.




Contemplo las raíces de un reloj de pared en la madera
Y veo un bichito que cubierto bajo una manta marrón
Escucha la vibración en el suelo, el canto celestial de la casa
Entre las grietas del parqué. 
El sonido perfecto y la armonía,
Las paredes formadas por órbitas
Y pienso que sentirse parte de la fuerza gravedad
Otra vez supone un verdadero alivio.