martes, 28 de abril de 2015

Rociábamos de jauría los hombros dislocados de los corazones
Porque aún éramos jóvenes corriendo
Y sal muera en una pupila ardiendo de noche,
Bailando, gritando de frío, rodeando el alba como si fuese negra
Hasta casi hacernos daño plácidamente;
Mutados, convertidos en extraños
Viviendo lentamente los dos días en que viven las mariposas
Y suspirando de tristeza en sus nidos.

jueves, 23 de abril de 2015

Un cero en la penumbra
de la leche cuadrada, 
reptando en la madera de los pisos,
en la noche del fresco portal,
donde cristales finos 

con sonidos de colores marrones
hacen agua en oídos de tránsito.
Y Llueve afuera el tráfico dorado
y llueven las lágrimas de neón;
una voz de recién nacido en puertas.
Algo existe, es algo, algo 

de punto y línea
angustiado de cada forma,
un ser que viaja por las carreteras 

construidas bajo los hombres.
Era en el cero, era y era.
no hay nada en una cálida nada de nacimientos,
cuando callan tus palabras y nacen 

sonidos ajenos de tu yo,
Como digo la O en el abecedario
O la equis futura de vírgenes nacidas.
Y anoche yo hablé con las periferias
y me fundí desde un abecedario 

agujero de vibraciones,
de ondas magnéticas, 
de calorías ardiendo despacio.
Solo el TOX inútil de una palabra 

que ya no tiene sitio
¿Cómo hablar del hueco vacío en puzzzzzles?
Del latido fluir del cerebro y un escaner.









Vivía tan solo que los castillos habían perdido su nombre
y en las ciudades, 
crujían las maderas con el peso de su sombra,
cruzaban los ciegos sin escuchar el pitido en los semáforos
y la luna emergía cada noche sin ningún motivo
y el sol salía, sin ningún motivo
Como un agujero en las hebillas de un minutero.




viernes, 17 de abril de 2015

Se ocultaba la lluvia
Al despedir el gato
Viajando entre los girasoles,
Miraba hacia la tierra
Y veía latir por dentro al gusano,
Reptar a la serpiente de humo
En un rostro de viento.
¡Y la tierra está maldita!;
Decía el campesino desde el llano;
Cogiendo un puñado de piedras,
Mirando la cosecha ennegrecerse,
Oliendo a cigarro y a hoguera.
Y los caracoles corrían
Eran formas angustiantes en el camino,
Y veían alejarse a la lluvia
Al ver a la tierra volverse negra
Y a los pájaros caer de las ramas,
Y alguien recordaba la rosa pálida
Que crecía en algún lugar del páramo
Como una tenue ilusión que vagaba 
Y nutría el corazón del hombre.


martes, 14 de abril de 2015

Se levantó para hacer pis. Había bebido demasiada agua durante la cena. Fue una cena realmente copiosa, repleta de sopas y fideos con mucha sal. Multitud de fideos nadando como peces en el fondo del mar, del caldo con burbujitas grasientas; tres platos en total que bajo malos cálculos de la sal, primero fue totalmente sosa y después pasó a convertirse en algo cercano a la muerte, fueron tragados a través del esófago, hasta por fin acabar bajo el influjo dictatorial de los fluidos gástricos, mientras las neuronas enviaban y recibían señales gustativas. Habían transformado totalmente el cuarto de baño. Bajándose lo justo el pantalón del pijama con el miembro en la mano arrastró un chorro proveniente del líquido acuoso que durante horas se había ido almacenando en la vejiga y pensó en el amor. El aire cálido del verano con olor a flores penetraba a través de la habitación, rellenando los orificios de las paredes, y el sonido sordo de los grillos campar a sus anchas entre las hierbecillas y olía a césped recién cortado y a noche plácida. Tras tirar de la cadena, abrió la ventana y contempló las estrellas. El cielo estaba despejado y aunque la contaminación lumínica impedía disfrutar del cielo nocturno en su totalidad supo distinguir tres constelaciones aprendidas durante su infancia. Se tiró un pedo. Apretó un botón del cual emanaba un vapor semejante al de las nubes con olor a lavanda y decidió volverse a dormir. Mientras bajaba una a una las escaleras del hostal alguien le detuvo. 
-Chs. Eh. Eh. Oye.
Escuchó a una silueta susurrar entre la oscuridad y levantó las manos de forma absurda, como si alguien le estuviese diciendo: “la bolsa o la vida”. 
-¿Estás ahí? ¿Tú que crees del que se aloja en la habitación de al lado? ¿Es un tipo extraño verdad? 
El señor, aturdido, no sabía que responder. Bajó lentamente las manos, sabiendo que la cosa no iba con él, o por lo menos que no pretendían atracarle y pasó de largo como si no hubiese escuchado nada. Haciendo un terrible esfuerzo por no tocar el suelo, atravesó lentamente el umbral de la puerta pretendiendo de esa manera que por no hacer ruido no iban a verle, ralentizó con los párpados el tiempo y sus ojos, acostumbrados ya a la oscuridad, sintieron el color rojizo de las alfombras y el granate acolchado de las paredes. Daba auténtica angustia permanecer allí, en ese pasillo.
-Eh. ¿No crees que no sea raro?
Continuó caminando a paso lento tratando de no hacer ruido hasta que sus pasos se vieron totalmente truncados por la pesadez del hombre. 
-¿Qué crees que por no hacer ruido no te voy a ver? 
El señor le miró, y respondió, con un tono de voz franco y seguro:
-Sinceramente no pretendo absolutamente nada con usted. En ningún momento he tratado de servir a su causa y por ello, por lo que me concierne, no quiero participar de ninguna manera en lo que usted me dice. Si algo me impide andar correctamente, es el hecho de que mi mujer esté ahí dentro leyendo la biblia y no quiero perturbar su silencio. No tengo ni la menor idea de quién es el señor que se aloja en la pared contigua a mi habitación ni quiero saberlo. En menor medida sí que me interesaría, si me permite, disculparle y dejarle a su recaudo la investigación. No trato con esto, como usted podrá comprender, de menospreciar su investigación, solo quiero cumplir las tareas que como marido me han sido impuestas. Verá, todas las noches, mientras la tranquilidad del hogar nos acompaña, mi mujer desde hace unos años lee la biblia. Por supuesto no creerá que seamos creyentes. Ni mucho menos. Ha sido un acto puramente repentino. Repite una y otra vez el versículo dedicado a San Pablo, capítulo que en este preciso instante, debido a la somnolencia y el cansancio que me acompañan no puedo recordar, sin embargo, que curioso es el cerebro humano que ya no lee sino que camina sobre las hojas recitando los versos de memoria. Es por ello que finge su lectura. Ya sé lo que usted piensa, es una costumbre extraña después de todo, pero se afana por intentar parecer normal. El hecho es que no cambia de capítulo. Yo, como marido, la observo una y otra vez repetir el mismo verso hasta que; fingiendo siempre que estoy escuchando y creyendo que realmente lee, quedo sumido en un profundo sueño que solo en los primeros rayos del alba, cuando el sol asoma su radiante cabeza por oriente, despierto y la veo con la falda medio subida y la biblia en la mano, dormida. Entonces, enciendo un cigarro y apoyado sobre el borde de la cama, permanezco pensativo y alarmado sobre el matrimonio. Con esto, querido huésped, le deseo suerte con su investigación. Un cordial saludo y que descanse.

domingo, 12 de abril de 2015

Se encendió la geometría abstracta de los cuerpos
Cuando ella y él, contemplados por el silencio de un pájaro volando en las altas esferas
Atisbaron la perfección del círculo agonizante,
Cayendo en un sinfín de interés desinterés humano
Hasta oír al silencio brotar dentro de sus cuerpos
Y entonces se miraron como dos extraños
Se visitaron en cada sueño profundo, en cada terror de la noche
En el espectro blanco que habita en el rincón más oscuro de las palabras
Y enmudecieron de corazón y animal,
De presente y juicio hasta siquiera reconocerse.

domingo, 5 de abril de 2015

Se podría acceder al templo
A las doce horas después de humano,
Humano verbo y punto escrito
Del tronco indefinido.
El clock de las ventanas,
Segundero pasando en la hierba
Cuando callas y contemplas
El silencio adentrarse en tus manos,
Y duele una gota en el fogón
Evaporándose y blanquecina,
Hervirse sobre superficie blanca
Agujereada hasta lo infame
Y un hueco abierto desde aquí hasta casa
La casa donde el abierto ciego
Resucitó vaciándose los cuerpos
Deshaciendo la existencia
Hasta un grito palpitar del frío.



Los coches y la cafetería pegada al mar tienen algo de ternura
Los pasillos de limpieza y las baldas de las limpiadoras recogiendo,
El correo y la comida, filetes extraños y verduras
Y última hora mientras el camarero con el cubo de la fregona silba. 
Un camino de montaña y corta fuegos
Llueve ceniza y llueve, quema, en los mordiscos
En los golpes, en las alas
Quema el fuego, la sombra fresca de un día de calor
Queman el ruido del mar y las antenas en los edificios,
Las reservas, los ríos, las piedras, los columpios
Y el grano a grano de arena se arremolina en una botella de agua,
Agitada, abajo en el fondo.
Y los aviones y los ascensores y las calles áureas
Hasta el último aliento de los amores en los parques
De comentarios entre terceros y sombras hasta el amor.
Las batidoras frescas haciendo batidos de frutas,
El piano al amanecer y los hospitales,
Las salas tristes de urgencias y otro día y toc toc ¿Se puede?
Silencios, habitaciones cargadas, desde la ventana luces en la ciudad
Una montaña a sí misma y sigue creciendo,
Las cámaras de fotos y el hombre y la naturaleza
Y efímeras hojas retorciéndose en el aire.

jueves, 2 de abril de 2015

El punto de las olas que no se repite.
Tus figuras avanzan entre los brazos 
Brazos y piernas, soledades, 
Mendigando el soplo de una nube
Y los tres papeles de hielo 
Dibujados sobre una ventana.
Hago del ojo de red mis verdes manos
Como una fugaz noche de nieve
O un lento partir en los puertos
Y el mar en mi nombre me confunde con el polvo
Polvo ardiendo entre los visillos
Polvo de agua y violetas tardes esperando la muerte.
Y hago del ojo de red visita,
Una espuma clara besando la arena
Abriga, humedece y calla
Y el viajero no viaja
En una voz ronca de más y más oídos
De masturbaciones asesinas
Y gotas momificando
Y sol y sol y abejorros olisqueando
El desencuentro perfume de las tardes rojas
Y mientras las palabras sangran y sangran
Pisoteando las flores,
Lloviendo lágrimas oscuras
Aún persigo el silencio, el silencio, el silencio,
Y ya vivo y ya muero y ya vivo.