sábado, 31 de enero de 2015

Tu forma entrañada en un averno deshojado
Cubierto por la risa, hundido hasta el desconsuelo
Sonando reckoner y tú escuchando y yo muriendo de retina, en el reflejo de luz, en un ojo que no funciona
Todo obturador de belleza ralentiza hasta la apatía
Te ve incluso corriente, sin ningún nombre,
Anónima, cayendo hacia mis manos
Hacia mi boca, hacia el espacio simétrico de un labio apenas rozando otro labio, sin llegar a tocarse,
Un trance ajeno
Y los nidos de paja se entumecen, arden los árboles, los ríos,
Las hojas y se ríen
Y todo sigue, fluye, constante,
Escuchando, expandiéndose y contrayéndose,
En algún lugar entre el caos y la armonía.
Tu forma entrañada en mitad de la lluvia,
En un solo instante, un solo quebranto temporal
Con el que conseguir siquiera alcanzarse.

viernes, 30 de enero de 2015

Hoy no quiero ni brillar tus ojos
Ni comer tu boca, 
Ni preguntarle al oráculo de tus dudas acerca de nada.
Quiero estar fuera de los huecos vacíos que rellenaban
Lo poco escrito que había de ti y de mi.
Después, ya caerán las palabras,
Palabras de temblores y papeles volando
Palabras que socavan violentas llanuras,
Llenando de deseo y culpabilidad
Los derroches de tus caricias y vestidos lejanos,
Palabras que surgen de una voz extraña, ajena, múltiple,
Auscultando la madera
Y soñando en un vacío inconstante, un bloqueo de tus manos
Una presa construida de seda y canto
Susurrante y demoledora como la voces atornillantes de una plaga de grillos.


lunes, 26 de enero de 2015

El arquero.

De algún modo, el tirador de arco logró atravesar la barrera del sonido. La gente,
 en general apostaba por el no pero él con gesto triunfante, alzó las manos en señal de victoria y rompiendo el arco, gritó un hurra por el logro.
Para los extranjeros; que nunca habían visto tal espectáculo, les resultó todo tan extraño que muchos murmuraban en voz baja y giraban la cabeza en actitud de incomprensión.
Las chicas gritaban y cuando él sonriente dirigió su mirada hacia ellas, comenzaron a entusiasmarse de tal modo que fuera del estadio, un rumor femenino se extendía a lo largo del erial.
Un conocido antropólogo estaba de visita. El informe positivo que dio a semejante costumbre fue corroborado en repetidos gabinetes hasta que aquello, años más tarde, llegó a utilizarse para explicar el motivo de la caza en lugares desérticos.
El juego consistía en cruzar la barrera del sonido, provocando con una sola flecha el estruendo que se formaría si un caza militar atravesase el estadio. La clave residía en mantener este ruido durante el máximo tiempo posible. Aquel que lo lograse sería galardonado con no solo la fama y el reconocimiento durante décadas sino la valiosa recompensa de ser sacrificado en honor a los Dioses.
Año tras año fueron muchos los que fracasaron. Aquellos que no lo conseguían eran enviados a sus casas de nuevo, con el único recuerdo de haberse acercado al altar.
La explicación de dicha costumbre según el enfoque materialista estaba estrechamente relacionada con la supervivencia. Una sociedad que dispone solo de tecnología para mantenerse viva en mitad de un terreno tan árido, es perfectamente entendible que busque costumbres que premien la muerte.
Cuando la hoguera fue encendida dentro de aquel altar majestuoso, enorme a los ojos de los hombres y enteramente construido de aluminio, todo el estadio se levantó y comenzó a aplaudir. Muchos tenían lágrimas en los ojos. Sus rostros quedaron anaranjados por el reflejo de las llamas, y tras arrojarse el héroe; el silenció brotó de repente, como un si un golpe violento hubiese enmudecido todas las bocas.

Caleidoscopio

Me he atrevido a asomarme
Al cartógrafo de cualquier sobriedad.
Una palabra cutre,
Informal, atrevida
Ha sido ver con un caleidoscopio
Dibujitos de rombos
Y colorines y el vestido
Que me costó cinco euros,
Con tejidos de flores,
Y tú sonriente dándome las gracias
Algún día de estas navidades.
Me pregunto por el siguiente paso,
Si será, el rencor, el olvido,
Mirar sin una cuarta parte
De la ciudad que éramos.
Quizás pudiese verte
Careciendo de una esquina,
O de aquella aseguradora que no,
Mejor, nunca permitiste el acceso.
Me pregunto porqué sigo pensándote,
Porqué el cerebro palpita recuerdos,
Mientras que el corazón
Callado, temeroso,
Ha comenzado a realizar trabajos
Fichando al mediodía,
Y quedándose hasta muy tarde;
Y provocando excusas;
Diciendo que alguien le ha robado
La lente rosa del caleidoscopio.

sábado, 24 de enero de 2015

Los silencios más largos.

Se deshacían las calles, los muros,
Y el pronombre nosotros. 
Vestían los silencios
De una quintaesencia abotonada
Con el jaguar herido
Y una piedad doliente
En los últimos respiros de la carne,
Y el sanedrín con quien tú me dejaste
Me daba mucho miedo
Miedo a ver atardecer,
Al suicidio de Judas,
A la treinta noche del año cero.
Las palomas volaban,
Palomas frías como la escarcha
En la madrugada del seis de enero;
Huían de mi boca
Dejándome el sabor turbio de besos
Tus besos con tiempo en pretérito
O solo besos como verbos
Que solo fueron besos.
Se rompía lo que habitaba dentro
De los ojos o de la boca o de sed
Colgando bajo los dos hemisferios.
Mirando la mano blanca
Que ha de posarse en todos.
Viendo la noche caer
Sobre la propia noche
Y saber que solo fue tiempo.
Un gerundio fluir en perpetúo
Y la tristeza cobrando su parte.





Nos han robado, decía la espina al erizo. 
Nos han robado un erizo y solo queda la espina. 
No quería volverse rana otra vez después de todo 
Puesto que si en el cuento rompían
¿Volvería a ser rana?
O la eterna hormiga que habita
Le llevaría hasta el reino futuro.
Solo sabes que no va a volver
Pero entre ello el pasado del pasado ¿vuelve?
Espero que no
Y si nunca más puedes visitar ese reino ¿Habrá otros?
La llamada de la naturaleza espera,
El canto del cazador y la luna
Es el signo caído en las hojas
Lo compartiste y ahora el bosque está demasiado solitario
Sin aquella voz que cantaba
Aquella hada
Y no me encuentro
En ese bosque y esa ruta
No encuentro la fecha del renacer de los búhos
Solo un canto lejano al lamento del bosque
Solo un búho que regresó a las ramas
Porque decía que el mar y el suelo no eran tierra de búhos.









Me encontraba al otro lado de las caricias
Al otro lado de los dedos
En el lenguaje de las lágrimas 
Como la forma en el límite de un pájaro 
Al oír la noche cortarse y perder el polvo, 
Su brillo de mariposa negra;
Sintiendo la resaca de lo vivido
Llevarme hasta otra parte,
La parte tuya
De la que ya no dispongo;
La que se arroja al hueco tan triste que tu voz ha dejado.
Como si al escuchar cesar la música
La pena arremetiese al sueño
Y tu voz aún dominase en lo inútil.
Luego despiertas y solo habita soledad en los ojos
Y la corriente invisible de las siluetas en forma pasada.








Hablaba desde la quimera
Enjambre abandonado
Y la nocturnidad de las ciudades
Al verte muy abrigada.
Volver a encontrar en el paseo
Nocturno, tu primer nombre
Y presentarnos y que congeniemos.
Lo peor es no ser objetivo
Y escuchar discos con conversaciones,
Tener vedadas las canciones de Quique,
Verte en el rostro entristecido
De quien llora los tejados y asoma
El uso del diminutivo,
Su cabecita en los escaparates,
La cafetería que tú siempre
Decías de ir, cerca del paraninfo.
Lo peor entre otras más cosas;
Que el asiento del copiloto
Esté demasiado vacío
Y lloren los semáforos
Un ser que hicimos en la playa,
Que era mitad marciano,
Y otra mitad ameba.
Lo peor es olvido,
La triste mirada del frío.
Él no ver un rostro cercano,
Ni encontrarme en ninguna parte.
Que los objetos tal cual son, no lleguen
Directamente a mí, sin verte.





¿Cómo mirarte en los agujeros?
En las escamas de un gusano,
Si te retuerces desde la superficie
Y ya no te veo.
La tierra hoy llora
Y los inciensos humean las calles.
Un hálito de tragedia se contempla en cada respuesta dada.





La hora más alta de la noche estrangula
Cualquier estado de ánimo;
Rompe con un portavoz futuro,
Y busca que el corazón sea algo
Partiendo de la silueta de lo que no sabías,
Un cuerpo que no consigues convertirlo en ajeno
Y ver que todos los edificios construidos
No eran más que nada,
Nada, la palabra más definible
La que no arroja ninguna duda,
Una forma racionalista de auscultar la existencia.
Algo incandescente,
Buscar que se acelere la brevedad de las cosas.
Ver como acortan en un absurdo los astros,
La insignificancia del hombre;
Y preguntarse ¿por qué?
O entregarse a la duda
O a esta muerte de los sentidos.
El odio de que hayan matado hasta la propia pena
Lo mono-temático de los minutos;
El que pase desapercibido el único rayo de sol
Y busque acariciar los rostros,
Recibiendo como única respuesta
El puto sol, !Dame las gafas!
Luego más tarde brota la muerte de las fragancias nocturnas
El que hoy se unirá a otros
Y que tu corazón pregunte y responda
Mejor no mires. Es esta soledad que solo comprenden
Los bosques y las piedras
Porque auto complace pensar que escuchan
O mejor dicho porque simplemente saben callar
Y te enseñan a escuchar.
También está, el pensar solo con el corazón y lo que de él brota
Que se emborracharía por desamor
Y huiría de las formas reales
Entregándose a la totalidad de la locura
A los manicomios crueles como huecos en los dientes
A las sombras, y los maniquíes
Porque tiene miedo, y se esconde lejano
De cualquier recuerdo tuyo,
De cualquier forma humana
Que se entregaría con pasión solo a los objetos
Y caminaría llorando de tormenta en tormenta.
Un corazón que solo quiere romper las calles negras
Y por mucho que trate de levantarse
Acaba tirado en los suelos
Dejándose pisotear, sin tener valor para gritar
Cuidado no me pises.




Contemplo las raíces de un reloj de pared en la madera
Y veo un bichito que cubierto bajo una manta marrón
Escucha la vibración en el suelo, el canto celestial de la casa
Entre las grietas del parqué. 
El sonido perfecto y la armonía,
Las paredes formadas por órbitas
Y pienso que sentirse parte de la fuerza gravedad
Otra vez supone un verdadero alivio.





domingo, 11 de enero de 2015

-No es una ciudad bonita, es cierto, se pisan más charcos que baldosas y los pájaros canturrean demasiado poco como para que esto sea una ciudad e incluso un parque pero te conocí aquí; y sin embargo, ahora, no quiero que te vayas y no quiero volver a verte.

-Cuando me pregunten por ti, cuando siquiera sepan dónde estás, ¿Qué quieres que diga? ¿Qué desapareciste sin más? ¿Qué te fugaste?

-¡Mírame, mírame por lo menos! Y dime: ¿me quieres?

-No creo en nada más destructivo que el amor. Por amor se derribaron ciudades, muros, el amor solo trae insomnios, muertes.

-¿Qué dices? En tu boca ya no quedan palabras, no fue aquello lo que te corrompió, fue tu propia sangre, es negra como estas manos cansadas.

-Por amor, por amor a un país, aquel tirano desató la guerra, por amor a unos hijos aquellos padres hicieron réplicas suyas. Ja. ¿Qué es el amor sino una fuerza de destrucción como decía Aleixandre?

-No eres tú. Esta no eres tú. Te recuerdo mirando los pájaros, la hierba y alegrarte cuando decías que casi la escuchabas crecer.

-Mírate ¿Y tú eres un hombre? Si dices más cursiladas que una mujer.


-Esta no eres tú. Te transformaste, es cierto que tú no tuviste la culpa, pero, esta no eres tú. ¡No eres tú!
Las ciudades son gigantes vivos.
Múltiple desarrollo de la forma
La palabra tangible.
Paredes como mapas,
El círculo de objetos,
La analogía oculta en simetría,
Lo cotidiano de una mañana,
Sofás bloqueando tuberías,
La ciudad en urgencias por infarto.
Lámpara sin bombilla,
La noche despertada en los espejos,
La proporción áurea,
Cualquier idioma escrito
Botellas de agua besando un perfume,
El color azul de los besos.
El aire embriagado de sed y frío.
Constantes andamios en adjetivos,

Los obreros, las telas verdes.
Fuerza gravitatoria de las grúas.
Concierto furibundo del nuevo año,
Sí, aquellas palabras,
Sí, las que están muy lejos
Sí, solo son palabras.