miércoles, 26 de octubre de 2016

Han despertado,
¿Los escuchas?
Un coro de delfines
que nadan en la lluvia.
Las ventanas cerradas
que desprendían polvo como silencios de pájaros,
se han subvertido
en la ausencia de luz.
Una bombilla se sumerge
entre el cuerpo
y el tatuaje cálido de colibrí volando,
la electricidad de las manos…
Nos sumergimos
lentamente,
respiramos.
Lo implacable de sentirse vivo.
Cuando la cuerda tensa un ala
la noche cae 
sin seguir el dominio
como dos pájaros encendidos 
sobre una emisora de radio,
bailan,
se acercan,
estrechándose en la belleza.
Hablamos de sobrevivir cuando perdimos los autobuses
y las sombras iban de lado a lado haciendo eses
como un detective enterrado cerca del Nadir. 
Hablamos de soñar con ser músicos 
en las carreteras más largas que atravesaban los atardeceres de invierno,
de cosechar un camino en un vaso firme de frío y nieve
y entonces aparecía el amor como una respiración lúcida sobre las nubes,
y era cuando la ciudad dormía
y cuando regresabas a casa porque te habías reencontrado con tu propia risa.
Hablamos de regresar,
de un tatuaje que siempre ha estado a tu lado
y que sin embargo, fue la primera vez que recorriste sus límites,
tu dedo sobre sus alas en la piel.
Hablamos de trabajos en tiendas de ropa,
en el Zara y en la luna y en la hora en la que podrías acariciar otra vez
su espalda y verla dormir.
Hablamos de ver amanecer entre los tilos
y que el final de la calle sea el Zenit y la bufanda roja que lleva el sol
y que su primer calor sea como si un caramelo aliviara tu dolor constante de garganta.
Hablamos de recorrer Europa como polizón,
de sus noches de guardia en el hospital y de la lluvia,
de la fina lluvia que caía a través del espejo y que siempre acompañaba tus tardes,
y era entonces cuando brotaba en la habitación la ropa
y cuando la casa se quedaba demasiado vacía
al escuchar de nuevo su risa en un tren que regresa a Madrid y a la realidad
y entonces solo queda habitando un rastro de gatos rugiendo en la tripa,
la fe y la duda,
y una línea con un número de teléfono entre la memoria
y la invención insigne de los días.
Entré en el humo y no había nadie,
después 
de haber iluminado
una pócima de neblina blanca
en una calle que huele a chimenea
y a los primeros decoros del viento.
Después
un duro golpe
como si una grieta quebrara el hielo
y se arrojara detenidamente
en la arena de ángel respirando
sobre su propia lluvia.
Llamé a la puerta y se escuchaba
dentro
la respiración,
el ritmo frenético de los ruidos repetitivos
y la esperanza.
Quién pudiera,
si somos nosotros
y no
los brillos lacónicos de la muerte
los que nos empujan
como tormenta afásica
hacia las hojas blancas de hospitales de otoño,
quién,
si en el alba,
alguien ha gritado
un ruido de inicio de llanura dentro
nos dará la respuesta breve y sublime
de un dios olvidado.
Y somos nosotros
los que vamos apagando sus luces,
vamos cayendo en sus poderosas garras
de hielo,
de antenas de televisión
y hormigas sangrientas de dolor.
Quién pudiera
si el blanco solo tiñe un sonido
comunicando
como ruido de fondo.
Y escucho a Warren Ellis
en la primera canción de Sekeleton Tree
y se me abren los huesos
de una playa de tristeza.
Flor de invierno, flor de todo, has amanecido en tu propia cosecha
y si quieres ir, solo ve, solo parte,
porque nada
ahora
te retiene.
Desde la última superficie
se dora
la noche quebrada de nuestros días.
El paso y la entrada,
atravesando en la respuesta
el vacío con que nos escuchamos.
Hay,
difícil de acercarse siquiera,
un suspiro en la sirena de ciego que cruza,
una flor en sintonía.
Hay,
una ciudad silenciosa que parpadea
cuando resplandece la lluvia
en el interior de las hojas.
Hay,
en mitad de nosotros
una gota constante de grifo
como portal abierto
al que solo le hace falta derretirse,
despacio,
a través de los ronquidos.
Atravesar así la roca
y en su claridad de habitante dentro
hilvanar de nuevo el hilo
de la metralla y el corazón.
Guía en la frente un depósito 
de circunstancias de flaqueza,
una voz,
un mugido que derrumba la edificación 
desde dentro 
cuando la herida ha sido una ligera circunstancia
y el reflejo del agua nos divide.
Por eso hablo,
y miro mi mano y cambio a lo lejos
el verbo
alcanzando tu mano
hasta tocar aquello que no podemos ver.
Un aprendizaje que se vive
para correr o navegar
hasta vislumbrar 
desde la especie
el punto de no retorno.
Una vez allí,
empezar de nuevo,

hacer firme la implacable muestra de no decaer en la palabra
cuando la palabra sujeta
justo antes de haber nacido.
Es una batalla interminable,
no existe final, ni límite,
se exploran los intersticios,
las muestras analizadas de un laboratorio
sin aferrarse a la fe.
No es hablar de amor,
o al menos de su útil muleta,

es amar en cimientos
disimulando la pasión en el rostro 

cuando suena en la cafetera 
un valor de pájaro en la espalda.
Después, durante el día
escuchas la necesidad de aprender
de un segundo en sus laterales,
de recorrer cada una de sus estancias
en un reloj parado.
Era así,
esta era la advertencia,
las profesiones que alimentan
capitales con acordeones balcánicos
que retumban
como un rugido 

en la sonrisa de un niño.
Guía en la frente un depósito 
de circunstancias de flaqueza,
una voz,
un mugido que derrumba la edificación 
desde dentro 
cuando la herida ha sido una ligera circunstancia
y el reflejo del agua nos divide
en la mirada.
Por eso hablo,
y miro mi mano y cambio a lo lejos
el verbo
alcanzando tu mano
hasta tocar aquello que no podemos ver.
Un aprendizaje que se vive
para correr o navegar
hasta vislumbrar 
desde la especie
el punto de no retorno.
Una vez allí,
empezar de nuevo,

hacer firme la implacable muestra de no decaer en la palabra
cuando la palabra sujeta
justo antes de haber nacido.
Es una batalla interminable,
no existe final, ni límite,
se exploran los intersticios,
las muestras analizadas de un laboratorio
sin aferrarse a la fe.
No es hablar de amor,
o al menos de su útil muleta,

es amar en cimientos
disimulando la pasión en el rostro,

aunque haya cordilleras blancas
que sujeten igual que las cuerdas pasadas de los titanes,
el mundo 
aquí suena en la cafetera
un valor de pájaro en la espalda
y dentro un letargo de muro escalándose.

Después, durante el día
escuchas la necesidad de aprender
de un segundo en sus laterales,
de recorrer cada una de sus estancias
en un reloj parado.
Era así,
esta era la advertencia,
las profesiones que alimentan
capitales con acordeones balcánicos
que retumban
como un rugido en la sonrisa de un niño.

jueves, 6 de octubre de 2016

Me recuerdas
con tu oficio
que somos frágiles,
que una bacteria puede derrotar
con el reverso de su cresta
una ola anudada en los dedos, sin forma.
Por eso
te despiertas a veces
con el anclaje de una brisa fría atravesando la casa.
Escuchas a lo lejos la autopista,
los vecinos teniendo una pelea,
y dentro
de este magnetismo que creas en torno a la célula,
te cuestionas si hay fragilidad en la naturaleza,
si…
tal vez…
hay equilibrio.
Precisas de la longitud humana de alargar los dedos
y moldear
los caminos silenciosos que parten;
colonizar tal vez
el continente desconocido
y poner firma donde hay belleza,
destruir de ese modo la incertidumbre.
Esta noche
los perros ladran a lo lejos en la ciudad,
y te preguntas del todo
por la necesidad de la palabra,
y entonces
como si no hubiese respuesta alguna
vives del aire frío que recorre la sangre.
Miras el comportamiento de las sombras
y limitas, con tu propia regla
la ceniza inútil del idioma.

viernes, 5 de agosto de 2016

La habitación en tiniebla.
Arrancas o desnudas tu dolor
como humedad en nucas de escarcha.
Desgarras el lenguaje.
Verbo, carne inocencia.
Te deshaces en todos los cuerpos
a través del abandono.
La ciudad oscurece.
Luvia inexistente que cae en el abismo de una mujer.
Párpado en el párpado.
No nos sentimos.
La luz a través de la cerradura.
Es tu voz quien la escribe
o te describe?
Te ves reflejado
Blanco pelo,
tijeras de terreno inútil.
De algún modo el árbol pende su raíz sobre tierra helada. 
¿Quién te sujeta en el cuerpo?
Territorio inexplorado que te habita.
No veo la forma,
Invento todo lo que me rodea sin identidad.
Espejos a través del bosque solo,
solo una hoguera.
Me siento a salvo
del animal que duerme en los espacios en sombra.
La flor del animal se ha encauzado
en un vaso húmedo por la lluvia.
Hoy llora mi cuerpo
a través del aire.
Todo lo que se ha posado en mí
como mariposa muerta
bebe su canto de memoria en la lágrima tendida.
Resbala la ceniza blanca que se consume entre los dedos
Extrañeza.
De este último año
apenas recuerdo nada.
Como si hubiese estado dando vueltas
alrededor de un sueño.
Ni una caricia,
ni un conocimiento,
ni siquiera me reconozco envejecido.
Apenas he cambiado.
Con los ojos hacia dentro
y lavándome la cara
acabo de despertarme.
Hoy, 30 de junio de 2016
con la pulsera puesta
de un pabellón
al otro lado de mi cuerpo,
escucho las risas en la calle,
los semáforos, escucho las actividades afuera
y pienso
que en este último año no he sentido extrañeza,
ni esperanza.
Quizás
de aquí a un año
no vuelva a recordar nada.
Quizás me rasgue y solo olvide
buscando otros elementos en donde habitar,
quizás no busque defensa.
De este último año, ahora, 30 de Junio
siento la extrañeza de verme habitado,
de verme extraño ante mi propio rostro
y de no decir nada.
Es, (Cómo explicarlo)
igual que las noches solitarias de verano,
con la lengua dormida
y las manos hundidas en la arena.
Aún se puede contemplar así,
en el fondo oscuro,
mientras lentamente resucitamos,
una bolsa con estrellas que brillan
en la rectitud de la noche.
Es, (Cómo explicarlo)
me falta una pieza de alma,
un espejo en la boca del corazón,
un cristal anclado en la sangre,
se me ha perdido
en la noche Ateniense,
en el hostal amarillento de un sueño
o en las manos de un demon.
Es, (Cómo explicarlo)
la necesidad de constante partida,
de verse lejos,
en la tristeza de Viena
y despertarse así, sabiendo que aún
la saliva sigue caliente
y que somos nosotros.
Es, (Cómo explicarlo)
reconstruirse,
tomar las piezas que han quedado
repartidas por el suelo,
un tímpano, una clavícula,
y comenzar a reparar sus capacidades.
Utilizar la fuerza de un imán,
y que el proceso sea rápido.
Es, (Cómo explicarlo)
una vez curado,
es probable que sintamos extrañeza
al ver un recuerdo
o un órgano latir
en un lugar muy distinto
al que acostumbramos.

lunes, 1 de agosto de 2016

Nuestro dominio,
no
de la definición,
no, 
en los huesos 
partidos
de la noche,
sino
en
la esperanza
de
poder
dominar
la altura
cuando
nos miramos
profundamente
hacia abajo.

martes, 19 de julio de 2016

Repites
como en un espejo
las nubes del ártico.
Te van llevando a través del agua
y aunque callemos
y nos mantengamos aferrados a la herida;
el crujido del hielo es silencio
en el interior que ensombrece.
Ayer
era una oquedad esperando
la línea mágica de nuestra memoria,
como soñar con lo absoluto de que todo se frene
y por un instante ver en el cielo
la aurora boreal.
Repites
como en un vacío, tú propia esperanza
y lo transportas reunido
en una afirmación de inocencia.

viernes, 15 de julio de 2016

Podemos anticiparnos a la mañana hoy,
prevenir nuestro escape
y dominarnos
dando brazadas sobre el agua.
Permanecer así
en la panorámica del silencio.
El mar funciona como la rueda.
Desde su interior las nubes hablan.
Todo lleva el color del hierro.
Ha causado un levantamiento de tierra
acercarnos sin protección
a la memoria.
Un pájaro que ha cantado
su última melodía consciente antes de ser
se ha anticipado esta mañana
al verso que antecede a la palabra.

martes, 28 de junio de 2016

No nos hemos oído tan despacio entre nosotros.
La voz del plátano suspendido en la plaza es el lugar que espero
y a partir de aquí
una despedida.

Mañana será domingo en cada pendiente...

Nos habita una especie cercenada de pretéritos…
tanta ventana abierta por la mañana
recién llegado y con los ojos aún perfectos, sin sombra…
No. 
Solo visitaba tu piel 
como hojas de roble cubriendo el cuerpo….

Había tanta calma dentro del silencio….

Nos hemos olvidado
dentro, muy dentro;
en el cristal roto de una flor desnuda
donde las manos sangran
en tan profunda superficie…

Qué poco nos bastaba
para compensar la frágil línea 
de aquel tiempo.

Qué altura no nos deleita ahora
buscando 
buscándonos
en la muchedumbre del desencuentro.


Verte en la ausencia filtrado de hogueras.

La necesidad suprema de pensar

antes de estrecharnos la piel nuestra

sobre copos de nieve.

jueves, 16 de junio de 2016


Estoy en el territorio amplio donde no existimos.
Brotan vástagos incorregibles de la llanura del olmo,
los pies mordidos por su silencio.
Sus criaturas en sombra cantan sin nombre de ave escrita,
sin dedo que señale la vastedad en los ojos.
Ángeles que truenan la tierra
y caminos y cielos y rayos,

comienza la lluvia.

Alguien parpadea por primera vez,
mientras gotas enormes resbalan a través de su cara,
cae el agua como la levedad de un absoluto,
por primera vez se reconoce la piel ajena,
una forma difuminada por el tacto del agua
la lógica de los párpados o la extrañeza de evadirnos entre dos cruces
deseando la mano de Dios,
las respuestas inválidas de la coherencia.
Ahora que el amor es solo la pista de un rostro recién escrito,
¿Qué hará la cara con su enorme imagen de lluvia?
¿Verá en el reflejo el primer reconocimiento de saberse?
¿La primera necesidad de emitir un nombre?
¿Pintará sobre la tierra el color del cielo?
¿Olerá?  ¿Escuchará la lluvia con el sabor del idioma?

Nace de la terrible necesidad del origen
un juego de fichas como piedras, en el límite de saberse reflejados
sobre la servil laguna de lluvias torrenciales,
de mares, de océanos.

De la línea del horizonte nace
la lentitud del firmamento, la primera arista de una casa,
el material con que dibujar las letras de la palabra.
Del nombre nacerá la norma
y sobre las piedras se inventará la regla,
se dispondrán montículos como templos de muerte
se condecoraran los ancestros, los orígenes del olmo,
la primera inexistencia.
Del nombre nacerá el sentido de verse dominado por la mano errante
que disponga la ley, las piedras con sentido
o el agua borrando las trayectorias en la virtud del comienzo.

Del nombre y de las leyes se dispondrán montículos
e indicadores de caminos, como lugares
que en mitad de una avenida, en cualquier gasolinera deshabitada
 en una librería o en un  café,
en los espejos, en los viejos bloques con piscina,
en la anciana que derrama lágrimas por las noches,
en los pasillos del colegio, en una cancha, en un tatami de Karate,
en la primera dársena de una estación de autobuses,
en un patio deshabitado, en las noches de San Juan,
en la voz de un niño,
en las flores enterradas de un animal salvaje,
aparecerán como señales que disponemos en nuestra partida.

Veo la inexistencia
ahora que las bestias ladran en silencio.
De la evasión y el grito,
en la llanura del olmo,
nuestras pieles siempre carecieron de origen.













martes, 14 de junio de 2016

Ante todo poeta.
Añoramos la vida errante,
La repentina noche de los locos
Viviendo en la intemperie de la memoria.
El tráfico nos deleita observando
La voz guardada del ave caída,
Y los dedos de la mano que aún nos quedan.
Tu voz está bebiéndome en mares de perfil,
Mares en los que siento,
Mares en los que puedo sumergirme en los nudos de la palabra.
Puedo alimentarme de la rabia,
Del odio y del llanto,
Del gemido de placer en los cristales.
Los abismos que te lloran.
Tu boca.
Me refiero a la poesía
Me refiero a los pétalos de muerte que sobrevuelan palacios de lluvia en un bosque.
Me refiero a la maldad.
Patios deshabitados
como un fin del mundo.
Me deshago en ella,
en todas las mujeres que la habitan
Y la pienso y la escribo.
Ante todo, poeta.

martes, 7 de junio de 2016

Te he retratado
en un alcance de vasija de barro,
dentro del dibujo en sus grietas.
Te he retratado
a través del cielo o la palabra,
a través del Madrid marcado en un libro
que ensambla tu temible latido
con un aspersor ciego,
 la realidad con la superficie de un abismo,
la pintura de todas tus manos
y la piel que se desgarra.

Se puede volver espesa la boca,
cómo explicarlo…
te he acariciado la cara
sin haberte visto,
he repasado todos tus labios,
te he leído entera,
tus surcos, tus desvelos,
yo también he visto el alba, tu alba
y he dormido muy cerca de todos tus dolores
y también, sí, de todos tus bailes,
he dormido y he abrazado tu flor y tu nube negra,
tu juventud y tu  aprendizaje,
y te escribo
como si escribir fuese un acto
y no una simple forma donde decir
que ya te había vivido.

sábado, 4 de junio de 2016

Al atardecer miro por debajo
caer desde las ruedas
colores, un cuello, una palabra,
un azul que llevamos puesto
y que sabe a mar y a tristeza.
¿Quién paseará su abrigo de ceniza blanca
el día de su boda?
Siento la pureza del ébano y los caballos.
Golpean fuertemente caminos de lluvia,
fuertemente
sin tregua.
Mi luz se difumina en sus límites.

Tránsito

Nacieron bailando, rompiendo tejados,
deslumbrando sus figuras en el trayecto.
Algunos fueron peregrinos y otros
se despedían
sin resultados,
sin leyes,
sin cuerpo.

En la capital del invierno
todo está en constante tránsito...
se transforman los hemisferios
los lugares,
la agenda de teléfono móvil se actualiza cada cinco minutos.


Y un saxo tenor y un piano y una trompeta
sonaban en el bar de la estación.
Trenes interminables que abarcan
ojos de palomas, ojos de madrugadas en sus picos,
trenes sin miedo,
trenes soldados a la noche perfecta.

Volaban.

(¿Quien sino la lluvia podrá manchar la memoria
de esta luz de fondo de túnel?)

He hablado contigo en voz alta mientras dormía y afuera siguen golpeando y golpeando la persiana,
sigue lloviendo
en los cristales de un Peugeot.
Se levanta el calor de la tierra y el calor insoportable de los Monzones en las afueras de la ciudad.

Las notas nacieron del hombre;
al tercer año,
las notas nacieron
y se reconocieron en la música nada más verse.

El sonido de un piano llega a nosotros,
baja en ascensor desde el quinto.
Se sienta, cruza sus rodillas
y comienza a hablarnos
de un barniz de barco recién pintado,
de un color azul cerca del mar….

El sonido de la tierra,
los silencios comunicativos,
la luz de una vela…

sábado, 28 de mayo de 2016

En la punta de los alfileres
Los ángeles depositan
Mi voz hueca y fría de noche sin descanso.
Mi voz humana,
La tuya,
De la que dependo para encontrarme.

Desengaño

Participas en el tallo, difuminado
en su tatuaje
por dentro de la media,
deslizas las cortinas mojadas,
los silencios respirados,
la causa es un ahora,
un baile que brota en un cigarro
pisado en la suela de las botas
que se detiene con la nueva música.
Vuelan palomas desprendidas de sus ojos
y la incertidumbre de un cuaderno
tirado entre las sábanas.
Ella, que ha visitado
mediante la mano vacía
la figura de los muebles y las ventanas,
te acaricia terriblemente.
Follar poéticamente
siempre es algo bello
hasta que se convierte en animal
y entonces… Sin duda.
La mejor forma de irse desnudando
es a través de una piel ajena,
que la ropa se vaya desprendiendo
al igual que sucede con escribir.
Empiezas,
con el primer verso o la primera boca,
a través de metáforas,
después añades la visión del instante,
la piel desde cerca.
Pero de pronto
escuchas la nueva música
y sientes la ciudad afuera,
los bares de jazz y el piano,
la radio emitiendo un programa
sobre espectros con cuchillo oscuro,
escuchas
los taxis, las epidemias de lagartos,
los insectos,
el sonido de su respiración,
y sin conocer muy bien el motivo
te sientes fuera de ti,
mirándote desde lejos.
La luna en la distancia
se ríe de tu ausencia.
Comienzas a respirar y a respirar.
Comienzan a palpitar
imágenes del pasado,
recuerdos de ángeles,
corriges la tristeza y ves otros ojos en los suyos.
Sabes perfectamente la causa:
No estás enamorado
y no lo estarás nunca.
Ni siquiera sabes si te gusta.
Ella tampoco está enamorada,
te mira a ti con acción de mirar
sin producir efecto,
de ese modo tan indiferente
con el que los transeúntes
se sienten atraídos
por las prendas de los escaparates.
Lo reconozco,
pienso en ti, pienso en ti todo el rato,
y bien sabes quién eres,
sin embargo estás tú,
y te hablo de forma poética y bella,
al fin y al cabo para eso sirve escribir,
para ocultarse en el lenguaje,
con versos como por ejemplo
“es que la luna tiene dos caras”
y cosas así
que sirven para disfrazar la falta de amor.
Puedo dejar a mi cerebro fluir,
que terminemos,
y nos mintamos con las sonrisas
de un modo tan romántico y poético,
que hasta podemos llegar
a dormir abrazados.
¿Y
con quien estarás tú ahora?
Me lo voy preguntando,
hasta que poco a poco
nos vamos quedando dormidos.

viernes, 20 de mayo de 2016

Amo a las ruedas
y a las ventanas.
Reciclamos, 
deseosos de caminar entre la noche y el filo del amanecer
nuestros pasos, 
nuestros pies,
los sentidos,
las últimas personas que pasaron por nuestra vida.
Crecemos, aprendemos,
decimos sí y no.
Nos consentimos,
miramos las cabinas de teléfono
y llamamos al futuro,
a la mujer que aún no conoces,
al amigo
al que tiendes tu mano
porque aún no ha sido presentado en tu vida,
a los objetos, a los países,
a las Paulas, a las Celias,
a las carreteras secundarias.
Llamamos,
y renovamos el pasaporte
y los empleos,
soñamos con viajar en Ferry,
utilizamos la motocicleta;
siempre
buscando el lugar más lejano o más cercano del mapa,
¿Qué importa?
Atravesarás Castilla, mirarás Madrid,
Londres, Paris, Lisboa, Viena,
utilizarás el lóbulo frontal
y cuando llegues a la frontera
escribiras el manifiesto invisible de lo que queda por ver,
y siempre en viaje
y siempre en rumbo
solo es necesario un pie
que aceleré la moto
hasta el próximo instante.

domingo, 15 de mayo de 2016

Los músicos te enseñan a no confundirte.
No tomes demasiada confianza.
Ves el salón, escuchas el piano,
y ella repite
“Because every mistake I make
takes me away from my home”
 El cristal de un instante
se ha roto contra el suelo,
y Morgan y el resto
beben whiskey y el piano tiembla.
Las voces rotas
dislocan nuestras venas.
Nos alejan de la palabra.
Las botas marcan las canciones que nos dieron
y el bar cerrado
y los cigarrillos y la noche
resbalando entre los dedos.
La barra llora de música,
“Because every mistake I make
takes me away from my home”
Y la ciudad ¿Aún sigue fuera?


jueves, 12 de mayo de 2016

El despierto.


El despierto alza sus ojos bajo los cipreses,
ve la guarida vieja del antiguo hombre
esconderse
dentro de la tormenta.
Se yerguen sobre su cabeza
los dos hemisferios,
el vientre de la mañana,
el esqueleto de un animal en el camino.
La tierra arrastra
las hundidas manos de un manantial de arena seca;
las gargantas ya han sido cubiertas con el acero
de una flor cercenada
en la oreja de una bailarina.
Mitad razón y mitad lluvia en la boca.
Lleva en el hierro
la vida brotando
las lágrimas de una nube negra.
Sentada lejos, ambos se miran
sujetando un pozo oscuro de cera y un abismo blanco.
Él camina
y los caballos relinchan bajo el trueno,
los rayos caen
atrayendo guirnaldas que erizan las pieles,
los torrentes
en el baile de una mujer desnuda en río.
Acerca pronto su boca a la espalda de agua,
y mi corazón siente una mezcla de ciudad
y los ojos verdes de una camarera desierta;
de la penumbra y las habitaciones iluminadas.
Lugares donde el frío y la tristeza
se mezclan con los hombres.
Allí, serás pronto una sombra más
de sus limites entre la piel
y la voz hueca e incomprensible
del mismo idioma.
Estábamos en el salón 
y yo quería pinchar Nick Cave en el portátil.
Ella hablaba y yo 
pensaba en la música,
en la voz grave y rotunda de Nick Cave,
en su mística de dureza
en la tinta saliendo del violín de Oh My Lord.
( Canción número 7 del No more shall we part)
Alguien decidió abrir la ventana
y el viento entonces
arrancó
los apuntes de clase de un cuaderno sobre la mesa.
De pronto, noté
que no había posibilidades,
que relativamente Nick Cave había ido
llenando la estancia y que yo solo,
tímido cuando no conozco a los habitantes,
había rehuido de toda situación comunicativa.
¿Estás bien me preguntó?
Y yo solo la miré y pensé:
I grab my telephone, I call my wife at home
She screams, leave us alone, I say, hey, it's only me…
En aquel momento hubiese abierto la puerta
y sin motivo aparente,
hubiese desaparecido de aquella fiesta.

jueves, 14 de abril de 2016

Tú en el equilibrio mojado en mis pies.
Suenan relojes parados en sombra,
deslizan tacto a tacto
el instante en la piedra, el sol en la luz.
Se posan rápido los pájaros
cuando el niño corre y espanta palomas.
Tú en el equilibrio, miras la playa,
los arenales que una excavadora
remueve porque se acerca el  verano.
Pero ahora no piensas en turistas,
bañistas alemanes
y demás elementos
que sustituyen los granos de arena.
No, ahora el agua asciende,
sube la marea en ambos tobillos.
Aquí el sol se desliza suavemente
y no tiene importancia casi nada.
La barca pescando en el horizonte,
la primera línea dibujada.
Tú en el equilibrio mojado en mis pies.

miércoles, 13 de abril de 2016


La luna celeste mira con gesto maternal
su luz en los rosales del parque San Francisco.
Aunque los perros aúllen,
y aves del desánimo canten a través de tus espaldas,
los oigo,
esperan los tambores de un ejército.
Una insondable esfera es el mundo con auriculares en los polos;
no emiten música a estas horas en que anochece.
Se escucha un silencio tribal en el estanque.
Los pájaros dentellean espumas pálidas
y poco a poco este lugar se va adormeciendo,
las cucarachas negras recogen su espanto de universo
y una luz de avión atraviesa el cielo en dirección al norte.
Hay un cuarto de luna que reza
mientras las estatuas parecen pronunciar dictados solemnes.
La fotografía es un abanico silencioso
al igual que el pavo real hundiendo el pico en el ala cuando duerme.
Por allí vienes y veo como te acercas,
hemos estado mirándonos el uno al otro.
Los bancos de madera nos separaban
a cuatro pies de distancia.

Veo como te acercas en paso simétrico.
El viento comienza a ser cálido aproximándose Mayo.
Un aura de realidad y un sueño se miran.
Y yo me pregunto si de verdad existe mi sombra en el espejo que veo entre tu ojo y el mío
y yo me pregunto si solo coincidimos con
los sentimientos ajenos
que reflejan nuestra propia sombra en su especie.
Es entonces cuando soplo la vela y la oscuridad inunda las butacas.
Siento los pies dudar de su carne,
las rodillas expandirse 
y el vientre empujar los instrumentos de una intro.
La película ha coloreado los silencios
y de lejos suena la calle.
La noche es amiga del corazón.
Comienza así el encuentro de las camas,
de las gotas despedidas contra los espejos,
de los abrazos mutuos,
de las narices hundidas.
Provocas el destemple del cuerpo
en la respiración acelerada de un cisne.
Hablamos del idioma,
y nos rendimos ante el yo del todo presente,
escuchando bajo nuestros pies 
la lagartija del suelo en el piso,
el epígrafe del baile del reptil en tu saliva
y mi latido conforma
la soledad inmensa del amor en tu cuerpo.

Contemplo la mañana con el café en la mano,
pronto las estaciones serán puertos de viaje,
nos expandiremos ya en la mezcla de los países.
He querido escribir sobre el latido de la vida,
pero es probable que amanezca en Lisboa
pero es probable que no haya palabra que lo intente
porque no regresaré de ese viaje,
porque escribir es acariciar la palidez de un trayecto no realizado.
Cruzo la acera,
los taxis y las gaviotas son testigos de la luz cuando me das la mano.
El cine y el amor hacen estragos en cada punto cardinal de un mapa
y nuestros recuerdos en forma de regreso a Ítaca prosiguen.
Pero, ¿Qué fue del antes?
¿Antes de la línea entre la nuez y la boca?
Antes de todo, ¿Antes de ni siquiera haber nacido?
Compongo canciones a veces como el antiguo poeta ebrio
de una vieja antología de poesía China,
desde un saliente donde se ve el cantábrico, Santander
y los aviones aterrizando en Parayas toco tonalidades menores
que escuchan los reactores, el queroseno 
y la hierba mojada de la tarde.
Quizás me apoye en un neumático
y piense que un día quince, miércoles, como hoy
te visité por primera vez.
Quizás componga una canción sobre el pasajero del asiento 69
que pronto amanecerá en cuerpo y ojos en Portugal.
El avión que ya suena en el parque San Francisco
y yo quiero abrazarte, sentados a un dedo de distancia
pero mis manos no me responden,
temen el desaliento, la ironía y la fuga.
Ha brotado una barrera invisible que ahora no comprendo
me rebosa y me hace dudar del equilibrio
porque el amor debe de nadar en el líquido que guardamos en nuestro oído,
esa es la razón definitiva por la que mueve montañas,
por eso sientes que se viene abajo el mundo,
un ataque de vértigo tras el golpe de un tímpano
es motivo suficiente para creer en terremotos.
No hay más que un ojo y un mundo.
Pero no son mis manos las que se acercan
sino las tuyas,
anidan tus anillos robados en los botones de mi camisa.
De tus uñas veo nidos,
de tu media sonrisa veo lo que guardas.
Deberíamos condenar a las tecnologías,
y sentir la incertidumbre de una carta.
Ahora que estamos cerca,
veo la espontaneidad de este cielo,
de los perros que antes fueron bestias
y que ahora mueven la cola amigables.
He despertado de un mal sueño, 
veo el cine poco a poco vaciándose de gente
y el último espectador que queda eres tú.
La última llamada antes de mirar el nombre en los créditos,  
tu nuez mirando el movimiento de una ola;
bailando en el columpio que hay entre el beso de la pantalla
y el nuestro.
Siento de tu tacto la respiración del imán
y el dibujo, 
siento, cuando nuestros pasos se alejan lentamente de las taquillas
que el sol va saliendo por detrás de los edificios
y entonces, decidimos
dar un paseo juntos entre la realidad y el alba.










lunes, 14 de marzo de 2016

La ola pesa en el alma.
La veo romperse,
muda,
un ligero desenlace
que después regresa 
y respiramos.

Si olvidas el dolor,
mujer…
tus manos de mariposa
y el vientre en trigo,
mujer allí encendida
la noche cae en tus ojos,
si olvidas el dolor,
mujer…

si olvidas el dolor. 

jueves, 10 de marzo de 2016

Autoayuda.

LAS SALAS del hospital
se erguían ante nosotros.
Vigilabas la luz amarillenta del pasillo,
y mientras tú,
veinte y veintidós años antes
con las piernas pequeñas
mostrabas tu mirada inocente en lo que te rodeaba,

las cajas con jeringuillas
que para ti eran pistolas de agua,
la mesa camilla donde Batman peleaba con un Playmovil,
la lámpara que iluminaba la sala de estar de las enfermeras.
Ahora, miras ese recuerdo,
frágil pero presente,
con un silencio breve en las caricias,
ves el peligro de la sala en la que no te dejaban entrar
porque aún no podías conocer la muerte.
Mi madre, veinte años antes era enfermera
y yo permanecía sentado
esperando a que saliese de trabajar.
Sus compañeras,
despertaban en el yo de niño los primeros apetitos de vida
y así la vida de la infancia
y la muerte al otro lado de la sala,
esparcían una a una sus caras en el principio.
Ahora,
que puedo pensar por dentro de los recuerdos
me veo como entonces,
aunque parezca inhumano o inocente
recuerdo que quizás haya que ignorar ciertas cosas.