miércoles, 18 de marzo de 2015

Se perfilan ruidos en las salvajes puertas que tu grito contiene,
A la entrada del cine, en los bancos, en los gusanos, en la tierra.
Y mi voz no es pena lo que siente
Es un grito desolador de marchitos objetos de la memoria,
Rompiendo el oxido de la voz, contemplando el octavo delirio del átomo.
Es el temblor de las bicicletas y un cortado racimo de tristeza
Chillando en la nevera,
Congelándose de frío,
Entregándose al suicidio en los motores negros que trae la noche.
Mientras, el tren de y cuarto sale ahora,
Desde los crujidos del cielo
Hacia un sobre nombre escarlata
Cayendo en picado hasta la fuente de emergencia
Chorreando algas, transformando las suertes, excitando a la injusticia
Abrigando a la soledad de flores sangrantes y mi oído ya no te causa
Y mis manos ya no sienten.