lunes, 29 de junio de 2015

Fue incansable hasta el punto la forma naranja, 
el círculo perfecto
que acechaba inhumano en los cielos, 
desatando el horizonte en cúmulos rojizos y siguiendo al polvo el aire titánico de la yerba, 
rastreando la superficie de las nubes,
el oro de las hormigas,
y lloviendo tu canto célebre de cebada y trigo
hasta tiritar las pieles, desgastando un silencio de carnes y gallina,
incansable desde el punto en la línea roja, el rayo verde,
la inmensidad oscura de lo no visto
y su guarida y su muerte y su despertar entre las palabras rojas de tu boca en una gruta,
y el ébano alrededor del fuego
y las tormentas negras en su centro
donde un tímpano de hielo cubre la entrada al centro de un corazón
donde la dulce tristeza palpita y retumba en el suelo
y la noche penetra a través las carnes
y solo seres que habitan el aire o el agua,
la tierra o el fuego
saben transpirar a través de su boca y la espesura de su oleaje.

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