martes, 26 de enero de 2016

El mundo.

La lluvia golpea todo;
golpea en el agua
formando multitud de ondas
a lo largo del lago,
golpea en la chapa metálica
que reposa sobre la arena.

Veo una niña bailar
corriendo
junto a su perro blanco.

La lluvia empapa la arena,
y pienso
que quizás haya perdido
la ternura hoy;
sin embargo,
los días del océano
se presentan como isla desconocida.
Como viaje en barco.

La lluvia riega las plantas de la terraza
y veo mi mente entre las hojas
regar su brote de vida.

Aún soy joven
solía decir mi padre.

¿Quién fui antes?
Un árbol que nos regala
serenidad,
un manantial de arena,
una cicatriz en el suelo;
el día vertido sobre
una hélice de avión.
Algo que parece mirar
como testigo invisible
una barca varada en la playa.

Sientes las yemas de los dedos casi tocar la luz,
los puertos fundirse con la claridad.

La ballena respira
desde el interior del mundo
y arriba las gotas caen,
entre la luz y el agua.

Como una Diosa se ha posado
la última llama del sol.
La vieja barca del horizonte
impenetrable en la arena.
¿La ves allí a lo lejos?
Dice el señor que se sienta a mi lado.
Eso es,
el último refugio de quien ve

por última vez su tierra. 

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