jueves, 10 de marzo de 2016

Autoayuda.

LAS SALAS del hospital
se erguían ante nosotros.
Vigilabas la luz amarillenta del pasillo,
y mientras tú,
veinte y veintidós años antes
con las piernas pequeñas
mostrabas tu mirada inocente en lo que te rodeaba,

las cajas con jeringuillas
que para ti eran pistolas de agua,
la mesa camilla donde Batman peleaba con un Playmovil,
la lámpara que iluminaba la sala de estar de las enfermeras.
Ahora, miras ese recuerdo,
frágil pero presente,
con un silencio breve en las caricias,
ves el peligro de la sala en la que no te dejaban entrar
porque aún no podías conocer la muerte.
Mi madre, veinte años antes era enfermera
y yo permanecía sentado
esperando a que saliese de trabajar.
Sus compañeras,
despertaban en el yo de niño los primeros apetitos de vida
y así la vida de la infancia
y la muerte al otro lado de la sala,
esparcían una a una sus caras en el principio.
Ahora,
que puedo pensar por dentro de los recuerdos
me veo como entonces,
aunque parezca inhumano o inocente
recuerdo que quizás haya que ignorar ciertas cosas.

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