jueves, 10 de marzo de 2016

Los cristales hacen de defensa contra los paracaidistas 
que baten su alma por los ejes de hierro y los pasillos tenuemente iluminados.
Las caras son verdes y los ojos pasajeros son verdes, 
paracaidistas que deslizan su alma entre los asientos
donde rostros piden paciencia, donde el ser humano se ha vuelto cobarde
y yo miro las páginas, escucho conversaciones, leo sentado
de vez en cuando apoyo mi cabeza contra el ventanal,
miro la noche impersonal caer, miro la lluvia, la palabra lluvia
y me creo testigo últimamente de autobuses nocturnos.
Tengo miedo a que el conductor se duerma y estrelle la masa de hierros contra el badén,
miro la lluvia violenta, lluvia con rostro de asesino,
lluvia como balas, infinita, y después con mi cara helada puesta sobre el cristal,
siento los golpes del granizo y la resistencia del autobús, la soledad de las paradas.
Es inevitable no sentirse solo, porque el hombre no tiene dinero,
porque la mujer borracha tampoco tiene dinero y promete que su hermano
le pagará, y el conductor grita y ella grita más,
hasta que las bocas se convierten en soledades,
hasta que los cuerpos y las manos quiebren el fémur y el aire hueco choque contra ellos.
Mi mano toca la ventana y el granizo casi entra
en un espacio en el que el vaho empaña las gargantas y la calefacción ahoga las flemas,
en un espacio habitado por ruido de averías y lentitudes opacas.
Discusiones reflejo de todas las discusiones,
olvido y quimera, sombra de porcelana.
Que fácil es domar al hombre cuando ya está domado,
que fácil es domar a la especie,
la mujer alcohólica y el conductor autómata,
(si usted me grita yo grito, si usted se calla yo me callo)
y ella sonriente con un pañuelo se seca las lágrimas.
Solo una gota de esperanza se derrama cuando ves por primera vez en el trayecto
el reflejo de la costa y el mar oscuro que parece muerto, y sin embargo a lo lejos
la claridad amanece y yo leo y paso las páginas,
mis oídos están olvidados y yo te invito, forma lejana de luz, a que ilumines con el corazón mi alba.

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