miércoles, 26 de octubre de 2016

Hablamos de sobrevivir cuando perdimos los autobuses
y las sombras iban de lado a lado haciendo eses
como un detective enterrado cerca del Nadir. 
Hablamos de soñar con ser músicos 
en las carreteras más largas que atravesaban los atardeceres de invierno,
de cosechar un camino en un vaso firme de frío y nieve
y entonces aparecía el amor como una respiración lúcida sobre las nubes,
y era cuando la ciudad dormía
y cuando regresabas a casa porque te habías reencontrado con tu propia risa.
Hablamos de regresar,
de un tatuaje que siempre ha estado a tu lado
y que sin embargo, fue la primera vez que recorriste sus límites,
tu dedo sobre sus alas en la piel.
Hablamos de trabajos en tiendas de ropa,
en el Zara y en la luna y en la hora en la que podrías acariciar otra vez
su espalda y verla dormir.
Hablamos de ver amanecer entre los tilos
y que el final de la calle sea el Zenit y la bufanda roja que lleva el sol
y que su primer calor sea como si un caramelo aliviara tu dolor constante de garganta.
Hablamos de recorrer Europa como polizón,
de sus noches de guardia en el hospital y de la lluvia,
de la fina lluvia que caía a través del espejo y que siempre acompañaba tus tardes,
y era entonces cuando brotaba en la habitación la ropa
y cuando la casa se quedaba demasiado vacía
al escuchar de nuevo su risa en un tren que regresa a Madrid y a la realidad
y entonces solo queda habitando un rastro de gatos rugiendo en la tripa,
la fe y la duda,
y una línea con un número de teléfono entre la memoria
y la invención insigne de los días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario