Te he
retratado
en un
alcance de vasija de barro,
dentro
del dibujo en sus grietas.
Te he
retratado
a
través del cielo o la palabra,
a
través del Madrid marcado en un libro
que
ensambla tu temible latido
con un
aspersor ciego,
la realidad con la superficie de un abismo,
la
pintura de todas tus manos
y la
piel que se desgarra.
Se puede
volver espesa la boca,
cómo
explicarlo…
te he acariciado la cara
sin
haberte visto,
he
repasado todos tus labios,
te he
leído entera,
tus
surcos, tus desvelos,
yo
también he visto el alba, tu alba
y he
dormido muy cerca de todos tus dolores
y también,
sí, de todos tus bailes,
he dormido
y he abrazado tu flor y tu nube negra,
tu
juventud y tu aprendizaje,
y te escribo
como si escribir fuese un acto
y no una simple forma donde decir
que ya te había vivido.
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